El poder cultural de las revistas: de Los Contemporáneos a El Águila, la prensa como detonante de la libertad creativa en México
Antonio Marquezada Ibañes, Jalisco.
A lo largo del siglo XX y principios del XXI, las revistas culturales han sido el laboratorio de ideas más vibrante y libre de nuestra historia. En ellas se han gestado estéticas, se han confrontado ideologías, se ha ejercido la crítica y se ha expandido el imaginario colectivo. En México, las publicaciones de arte y pensamiento no han sido simples escaparates de vanidades intelectuales, sino auténticos proyectos de ciudadanización de la cultura.
Uno de los grandes antecedentes fue, sin duda, el grupo Los Contemporáneos, cuyo órgano editorial —la revista Contemporáneos (1928–1931)— se convirtió en una cumbre de modernidad literaria. Ahí escribieron Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Jorge Cuesta, José Gorostiza, Bernardo Ortiz de Montellano, entre otros. Su revista fue, más que una publicación periódica, una declaración de principios: el arte y el pensamiento debían practicarse con libertad, sofisticación y apertura al mundo.
Décadas después, el espíritu revivió desde otro frente: en el Nueva York alternativo de los años noventa y dos mil, donde grupos culturales hipster fundaron publicaciones de nicho que buscaban recuperar el ensayo literario, la crítica de arte sin concesiones, la moda como manifestación política y la fotografía como archivo de la sensibilidad urbana. Ejemplos como n+1, The Believer o Cabinet Magazine demostraron que aún en una economía digitalizada, la revista física podía ser un acto de resistencia estética y ética.
El caso de Córdoba, Veracruz: El Águila, un milagro editorial
En este panorama internacional, destaca por su singularidad el caso de Córdoba, Veracruz, donde entre 1998 y 2003 circuló una de las revistas culturales más influyentes del sureste mexicano: El Águila. Con un perfil ambicioso y profundamente inclusivo, la publicación se convirtió en punto de encuentro entre generaciones, disciplinas y sensibilidades.
El Águila fue un espacio donde se cruzaron la poesía, la narrativa, la crítica de arte, el ensayo político, la divulgación científica y la música alternativa. Entre sus colaboradores destacaron figuras como Rosa María Galán Callejas, Rodolfo Cruz Toledano, Fernando Pérez Barragán, Martha Vivanco, Nati Rigonni, Jaime Sánchez, Paz Karina Peláez, Gino de Gasperín, Jorge Ferrer y Lynda de la Torre Escandón. Su espíritu editorial apostaba por la pluralidad y el pensamiento crítico, en un contexto donde los espacios independientes eran escasos.
La revista también fue semillero y caja de resonancia de nuevas voces y grupos emergentes. Apoyó a bandas como Trinidad y Revólver, contribuyendo a crear una escena artística local con identidad propia. A su vez, promovió investigaciones de estudiantes de la Universidad Veracruzana, fortaleciendo los vínculos entre la academia, la creación artística y la sociedad civil.
Una de sus secciones más leídas era la de análisis político, encabezada por Oceas Camarillo, cuyas columnas generaban intensos debates en cafés, escuelas y hogares. Pero El Águila no se limitaba al papel tradicional de la crítica: semana a semana construía comunidad, sensibilidad y pensamiento colectivo.
El Aguilucho y El Pichón Azul: educación sentimental y cultural para las juventudes
En un gesto visionario, los editores lanzaron también una versión juvenil: El Aguilucho, dirigida a lectores jóvenes con inquietudes artísticas y sociales. Su tono lúdico, pedagógico y reflexivo permitía acercar el pensamiento crítico a las nuevas generaciones. Quienes estaban suscritos a la revista principal también recibían un suplemento entrañable: El Pichón Azul, una especie de bitácora emocional, literaria y gráfica que fortalecía el vínculo afectivo con la publicación.
Estos formatos no solo ampliaron el alcance de El Águila, sino que cumplieron una función profundamente democratizadora del pensamiento y la creatividad.
Revistas que no solo informan: transforman
El legado de publicaciones como Contemporáneos, n+1 o El Águila demuestra que las revistas culturales no son ornamentos del espíritu, sino herramientas de transformación social. En ellas se detonan movimientos intelectuales, se conforman generaciones, se define el gusto, se cuestiona el poder y se le da voz a lo no representado.
En el caso de El Águila, su circulación impactó directamente a miles de lectores que semana a semana esperaban su aparición. En cada ejemplar había un acto de confianza: en la palabra, en el arte, en la crítica. Y en el fondo, una apuesta valiente por la libertad.
La revista como acto de ciudadanización
Hoy más que nunca, en una época de inmediatez digital, las revistas culturales siguen siendo necesarias. Porque a diferencia del ruido de las redes, una revista cultural detona pensamiento, provoca diálogo y promueve la escucha. Y sobre todo, como en el caso de El Águila, ayuda a construir comunidades libres, creativas y conscientes.
Celebro su regreso. Lo celebro con emoción y fuerte expectativa porque en más de 20 años el mundo aparentemente ha cambiado pero el discurso y filosofía del Águila hacen falta y siguen vigentes para reinstaurar un orden donde la razón impere de nuevo en medio de esta desquiciante realidad dominada por la medianía y festejada desde el poder.
Porque como enseñó El Águila, la cultura no es un lujo: es una forma de ciudadanía.
