Falsa democracia: Cuando los enanos de espíritu toman algo de poder
Manuel García Estrada
El Águila/ El Hijo del Rayo dirección general
La democracia, en su concepción ideal, es una promesa de justicia, participación y dignidad para todos. Sin embargo, como toda herramienta humana, está expuesta a los errores, las manipulaciones y, sobre todo, a las decisiones basadas en ilusiones. Muchas veces, el pueblo vota con esperanza y confianza, creyendo que el acceso de nuevas figuras al poder traerá renovación, limpieza o progreso. Pero la historia, especialmente la reciente en muchos municipios de México, ha mostrado que cuando un «enano de espíritu» —una persona de escaso desarrollo emocional, baja autoestima y espíritu vengativo— alcanza una cuota de poder, los resultados son devastadores.
La falsa democracia no radica en el acto del voto, sino en la elección de personas que nunca debieron gobernar. Individuos que arrastran resentimientos sociales, frustraciones acumuladas, complejos de inferioridad y una enfermiza necesidad de reconocimiento, se convierten al ganar una elección en verdaderos dictadores locales: esquizofrénicos en su percepción del entorno, autoritarios con su equipo, negligentes con el pueblo y narcisistas en su discurso público.[1] Se creen redentores cuando en realidad son destructores. Estas figuras patológicas comienzan rodeándose de aduladores, desprecian la crítica y ven enemigos donde hay ciudadanos legítimamente preocupados.
Es el caso de muchos municipios en manos de Morena y sus satélites ideológicos. La falsa narrativa del pueblo gobernando, ha sido reemplazada por una estructura vertical, vengativa y caótica, donde la mediocridad es celebrada, la preparación es vista con recelo y el profesionalismo es castigado. Los funcionarios con carencias psicológicas profundas no buscan servir, sino vengarse del mundo. Se rodean de incompetentes para brillar un poco, y se ensañan con quienes poseen brillo propio.
El daño que causan estos funcionarios no se limita a decisiones administrativas. Su acción erosiona el tejido comunitario. Promueven el odio entre vecinos, manipulan la información para dividir, destruyen proyectos culturales o sociales bien intencionados por el solo hecho de no controlar su narrativa. Usan el poder no como servicio, sino como venganza. Y esto ocurre porque la política se ha convertido, muchas veces, en el refugio de los no realizados, de los fracasados sociales que vieron en el puesto público una plataforma de autoestima.[2]
La esquizofrenia institucional aparece cuando la paranoia domina al funcionario. Comienza a ver conspiraciones, ataques invisibles, traiciones imaginadas. Toman decisiones con base en emociones, no en razón. Su débil estructura emocional no les permite liderar con madurez. Son, en esencia, adolescentes en cuerpos de adultos, empoderados con sellos oficiales y presupuestos públicos.[3]
No obstante, no todo está perdido. Veracruz es hoy un territorio de resistencia ciudadana. Municipios donde Morena y sus aliados fueron derrotados representan una oportunidad histórica para reconfigurar el poder local con ética, inteligencia y sentido comunitario. Pero esta esperanza depende de la capacidad de los funcionarios del Partido Acción Nacional y de Movimiento Ciudadano para no repetir los errores que han hundido a sus adversarios.
Estos partidos tienen ante sí una oportunidad única: demostrar que el poder puede ser ejercido sin megalomanía, sin sectarismo, sin traición a la confianza popular. Pero para ello deberán blindarse contra los «enanos de espíritu» que también habitan sus filas: oportunistas, simuladores y arribistas que solo buscan servirse del poder, no servir con él.
Desde ahora, los ciudadanos deben observar con lupa el comportamiento de estos nuevos gobiernos municipales. ¿Tienen claridad? ¿Poseen madurez emocional? ¿Escuchan? ¿Dialogan? ¿Aceptan la crítica? ¿Se rodean de profesionales o de incondicionales? Las respuestas a estas preguntas definirán si estamos frente a una verdadera democracia o frente a otra máscara del autoritarismo patológico.
No se trata de fomentar el odio, sino de elevar el nivel del debate público. Porque si los votantes se limitan a castigar a un partido sin exigir grandeza a los otros, la falsa democracia continuará su ciclo de frustración. El ciudadano maduro debe ejercer una vigilancia crítica, constante y activa. No hay otra vía. La apatía solo sirve a los patanes.
Además, la ingeniería social juega un papel clave. Muchos de estos personajes llegan al poder no por mérito, sino por manipulación del discurso, victimización, sentimentalismo populista o simple hartazgo del electorado.[4] No ganan por grandeza, sino por desgaste ajeno. La democracia deja de ser tal cuando se convierte en un torneo de popularidad entre inadaptados emocionales.
Frente a este panorama, la sociedad civil debe fortalecer tres herramientas: la memoria histórica, el sentido común y la exigencia moral. Recordar quién hizo qué, quién destruyó y quién construyó. Usar el sentido común para desconfiar de los improvisados, de los resentidos, de los emocionalmente inestables. Y elevar la vara moral para exigir no solo resultados, sino formas dignas de gobierno.
Porque el peligro no son solo los corruptos, sino los trastornados. Porque no todo el que roba dinero roba tanto como el que roba la esperanza. Y los «enanos de espíritu» son ladrones de futuro. Viven con la herida abierta de no haber sido nunca reconocidos y usan el poder como terapia personal. Pero el poder no es terapia. Es servicio.
Si Veracruz quiere romper con la falsa democracia, deberá consolidar liderazgos maduros, sanos, visionarios. Personas con equilibrio emocional, con cultura política, con vocación de trascendencia. Y deberá hacerlo desde la base: escuelas, familias, cafés, centros culturales, universidades. Solo así se rompe el ciclo. No más esquizofrenia política. No más adolescentes con presupuesto. No más odios con sello oficial. Que gobierne el mérito, no la herida.
Notas de pie de página:
[1] American Psychiatric Association. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-5, 2013. [2] Fromm, Erich. El miedo a la libertad, FCE, 1941. [3] Cleckley, Hervey. The Mask of Sanity, 5th edition, 1988. [4] Bernays, Edward. Propaganda, 1928. [5] Lipovetsky, Gilles. La era del vacío, Anagrama, 1986.
Referencias bibliográficas:
- American Psychiatric Association. DSM-5 Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. Editorial Médica Panamericana, 2013.
 - Fromm, Erich. El miedo a la libertad. Fondo de Cultura Económica, 1941.
 - Cleckley, Hervey. The Mask of Sanity. 5th edition, Mosby, 1988.
 - Bernays, Edward. Propaganda. IG Publishing, 2005 (1928).
 - Lipovetsky, Gilles. La era del vacío: Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Anagrama, 1986.
 - Seligman, Martin E.P. La auténtica felicidad. Ediciones B, 2002.
 - Dutton, Kevin. The Wisdom of Psychopaths: What Saints, Spies, and Serial Killers Can Teach Us About Success. Scientific American/FSG, 2012.
 
