Televisión basura y degradación colectiva: la cultura de masas como anestesia social
Manuel García Estrada
En los albores del siglo XXI, la televisión y sus derivados —incluidas las plataformas digitales que heredan sus formatos— han ocupado el centro de la vida cotidiana de millones de personas. Pero más allá de ser herramientas de entretenimiento o información, han devenido en armas culturales de adormecimiento masivo. Como advertía Alfonso Ruiz Soto desde el análisis del desarrollo humano, la repetición constante de estímulos vacíos deteriora la estructura emocional y cognitiva del individuo. Si a esto se le suma una música simplista y decadente como el reguetón o la banda, el resultado es un coctel cultural empobrecedor.
Narcotización cultural desde la pantalla
Freud lo explicó con claridad: la repetición de estímulos placenteros inmediatos, sin mediación del principio de realidad, genera regresión psíquica. Los reality shows, telenovelas de baja calidad y concursos vacíos, lejos de estimular el pensamiento crítico, refuerzan un sistema de gratificación superficial.
Ikram Antaki, con una lucidez profética, denunció en múltiples ocasiones cómo la televisión estaba matando el lenguaje, el pensamiento y, por extensión, la democracia. La televisión basura se convirtió en una fábrica de estereotipos, exaltando el escándalo, el conflicto banal y la vulgaridad como norma.
Música y televisión: binomio de la mediocridad emocional
El reguetón y la música de banda —difundidos sin cesar en canales de televisión, radios y plataformas digitales— no sólo refuerzan modelos sexistas, violentos y hedonistas, sino que también banalizan el lenguaje, reducen el mundo afectivo a fórmulas repetitivas y exaltan una masculinidad violenta o una feminidad objeto.
Samuel Ramos, en El perfil del hombre y la cultura en México, ya advertía sobre el complejo de inferioridad cultural que lleva a adoptar con entusiasmo las peores expresiones foráneas. El reguetón, con su constante repetición de obscenidades y glorificación del consumo fácil, refuerza ese complejo, como si sólo mediante lo vulgar pudiera afirmarse una identidad cultural.
Agustín Laje, en sus estudios sobre marxismo cultural y manipulación ideológica, ha insistido en que la cultura de masas actual responde a un diseño hegemónico: mantener a las poblaciones distraídas, sexualizadas, divididas y emocionalmente reactivas. En ese contexto, la televisión basura y los géneros musicales degradantes no son un accidente: son herramientas estratégicas.
Efectos observables y la urgencia de regulación
Las consecuencias están a la vista: incremento de la violencia simbólica, pérdida del gusto estético, empobrecimiento del lenguaje, apatía política y desintegración del tejido social. El sujeto adicto al escándalo mediático y a los ritmos elementales es menos crítico, más manipulable y menos capaz de organización comunitaria.
La responsabilidad recae tanto en los medios como en las políticas culturales públicas. No basta con la libertad de elección cuando el menú está controlado por intereses que promueven lo peor del ser humano. Es urgente una alfabetización mediática profunda y una política cultural que restablezca criterios de calidad, belleza, verdad y bien común.
Propuestas para una reconfiguración cultural
- Establecer criterios de calidad para los contenidos televisivos que se transmiten en horarios familiares.
- Invertir en la producción de contenidos educativos, artísticos y científicos con formatos atractivos.
- Impulsar la enseñanza crítica del lenguaje audiovisual desde la educación básica.
- Fomentar plataformas culturales comunitarias, independientes de las grandes corporaciones.
- Regular la difusión pública (bares, gimnasios, transporte) de géneros musicales que promueven violencia, sexismo o vulgaridad.
Recuperar el sentido común, la belleza y la razón en la cultura popular no es nostalgia: es una necesidad civilizatoria. Si la pantalla y la música son hoy herramientas de control, también pueden serlo de liberación, si el pueblo las reconquista con pensamiento crítico y dignidad humana.
La decisión está en tus manos, ser parte de una manada zombie o de un sector social transformador del mundo capaz de construir un mejor futuro.
Bibliografía consultada
- Antaki, Ikram. El Manual del Ciudadano Contemporáneo. Editorial Grijalbo.
- Freud, Sigmund. Más allá del principio del placer. Obras Completas, Amorrortu.
- Laje, Agustín. La batalla cultural. Unión Editorial.
- Ramos, Samuel. El perfil del hombre y la cultura en México. Fondo de Cultura Económica.
- Ruiz Soto, Alfonso. Modelo Integral del Desarrollo Humano. Ediciones MIDH.
