Contra el centralismo: el talento de las regiones también construye nación.

Manuel Garcia Estrada

Durante décadas, el centralismo brutal de la Ciudad de México ha sido una herida abierta en el cuerpo de la nación. La capital concentra el poder político, mediático, económico y cultural, como si lo que sucede fuera de su perímetro careciera de valor o legitimidad. Esta visión miope no sólo es injusta: es un freno para el desarrollo del país.

Como bien denuncia Zunzunegui en su crítica a las élites culturales mexicanas, el centralismo ha generado un complejo de inferioridad nacional y ha cancelado la posibilidad de construir una identidad verdaderamente federal. Se exalta lo capitalino y se invisibiliza lo regional. Se acaparan los reflectores y los presupuestos. Según datos del INEGI y del INE, más del 80% de la inversión en infraestructura cultural y científica se concentra en la capital y su zona metropolitana, mientras estados como Chiapas, Guerrero o Veracruz padecen el abandono institucional.

Mexicanos contra la Corrupción ha documentado cómo este centralismo incluso favorece redes clientelares y opacas que perpetúan la desigualdad y la corrupción, dejando fuera a talentos regionales que no tienen padrinos en la capital.

Pero hay caminos distintos. En Colombia, la descentralización cultural impulsada desde Medellín permitió que esa ciudad pasara de ser símbolo del narcotráfico a referente mundial en innovación urbana. En España, ciudades como Bilbao y Valencia se desarrollaron al margen del dominio madrileño gracias a planes regionales de impulso al arte, la industria y la educación técnica.

México no puede seguir creyendo que lo valioso ocurre solo dentro del periférico. Los proyectos que nacen en Oaxaca, Querétaro, Veracruz o Yucatán no tienen menos calidad por no ser de la Roma o la Condesa. Al contrario: muchas veces tienen más raíz, más trabajo, más corazón.

Es urgente descentralizar la cultura, la política y el reconocimiento. No como limosna, sino como justicia. México es mucho más que su capital. Es hora de que el país deje de mirar solo al centro y escuche el corazón que late en las regiones. Porque solo así se construye una verdadera nación plural, fuerte y libre.

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