Música y decadencia cultural: la urgencia de expulsar el reguetón y la música de banda de los espacios públicos

Ricardo Ávila Mánega, Nuevo León

La música no es solo entretenimiento: es una poderosa herramienta de construcción de identidad, de valores y de cosmovisión. Por ello, resulta urgente iniciar una reflexión profunda sobre el tipo de contenidos que se difunden en gimnasios, escuelas, bares y en la radio, particularmente en relación con géneros como el reguetón y la música de banda. Ambos estilos han logrado una penetración masiva, pero sus efectos culturales y psicológicos distan mucho de ser positivos. En este artículo se exponen razones fundadas, basadas en el pensamiento de Alfonso Ruiz Soto, Sigmund Freud, Agustín Laje, Ikram Antaki y Samuel Ramos, para considerar la necesidad de una regulación firme de estos géneros en los espacios públicos.

De la música al embrutecimiento colectivo

Sigmund Freud, en su obra «El malestar en la cultura» (1930), plantea que la cultura requiere de sublimación de los instintos más primarios. La música popular que exalta el narcisismo, el hedonismo inmediato, la violencia o la sexualización desmesurada impide dicha sublimación y genera un retroceso en el desarrollo psicológico y moral de la persona. El reguetón y la música de banda, en gran medida, construyen su atractivo a través de la cosificación del cuerpo, el culto al dinero fácil, la apología de la borrachera y una narrativa machista que cosifica tanto al varón como a la mujer.

La palabra construye o destruye: Alfonso Ruiz Soto

Desde la propuesta de pensamiento y comunicación de Alfonso Ruiz Soto (Sistema Integral de Desarrollo del Potencial Humano), entendemos que el lenguaje no es inocente. La repetición constante de letras degradantes activa circuitos neuronales que normalizan patrones conductuales de bajo nivel emocional y cognitivo. En sus talleres y textos, Ruiz Soto insiste: «la palabra es acción». Así, permitir la difusión masiva de música con contenido vulgar y agresivo es, en sí mismo, una forma de violencia cultural.

Influencias mediáticas: televisión basura y música

Ikram Antaki advertía ya desde la década de los noventa que «la televisión mexicana embrutece más que educa». Esta crítica se extiende ahora a la radio y las plataformas digitales donde impera el algoritmo de lo más rentable, no de lo más edificante. Cuando los contenidos que se consumen masivamente apuntan a la banalización de la existencia, se inhibe el pensamiento crítico y se favorece una ciudadanía sumisa y adicta a la distracción. La música de banda y el reguetón son, en este marco, vehículos de penetración ideológica de la mediocridad.

Agustín Laje y la batalla cultural

El politólogo argentino Agustín Laje, en su libro «La batalla cultural» (2021), denuncia cómo ciertas élites utilizan la industria del entretenimiento para debilitar las estructuras tradicionales que daban cohesión a las sociedades. Laje señala que hay un proceso de reingeniería social en el que se busca desarraigar al individuo de su identidad nacional, familiar y espiritual. La música con contenidos vacíos o corrosivos cumple ese rol: alejar a la juventud de la virtud, del orden, de la reflexión, y sumirla en el placer efímero.

Samuel Ramos y el perfil del mexicano

En «El perfil del hombre y la cultura en México» (1934), Samuel Ramos analiza la identidad nacional y cómo el mexicano ha sido moldeado por complejos de inferioridad, el gusto por la apariencia y una búsqueda superficial de prestigio. El consumo irreflexivo de géneros como el reguetón o la banda fortalece esa identidad deteriorada: se valora más la ostentación que la profundidad, más el ruido que el silencio, más el ritmo que el sentido.

¿Espacios públicos o espacios para el adoctrinamiento?

Las escuelas, los gimnasios, los bares, e incluso el transporte público, se han convertido en espacios de imposición cultural. La omnipresencia de estos géneros no responde a una elección individual libre, sino a una imposición colectiva mediada por los algoritmos del mercado y la falta de regulación. Frente a esto, se hace urgente una propuesta de política pública que privilegie contenidos formativos, músicas con valores estéticos, históricos o educativos.

Hacia una ciudadanía con sentido

Si queremos una ciudadanía crítica, participativa, libre y consciente, necesitamos música que despierte, no que adormezca. Necesitamos volver a educar el oído y el gusto, algo que sólo será posible si retiramos de los espacios públicos la música que degrada. Esto no significa censura, sino discernimiento. La libertad verdadera no es hacer lo que sea, sino elegir lo que eleva.

Bibliografía

  1. Freud, Sigmund. El malestar en la cultura. Alianza Editorial, 2007.
  2. Laje, Agustín. La batalla cultural: Reflexiones para una nueva derecha. Unión Editorial, 2021.
  3. Antaki, Ikram. El manual del ciudadano contemporáneo. Océano, 1994.
  4. Ramos, Samuel. El perfil del hombre y la cultura en México. Fondo de Cultura Económica, 1934.
  5. Ruiz Soto, Alfonso. Comunicación: Camino al desarrollo humano. Instituto Cultural Alfa, 2003.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *