Prensa sin escrúpulos: cuando la calumnia es negocio y la mediocridad es sistema

Manuel García Estrada, El Hijo del Rayo

Vivimos tiempos en que la verdad ha sido sustituida por la conveniencia. En muchas regiones del mundo —y particularmente en México— los medios de comunicación que deberían vigilar al poder, se han convertido en sus perros falderos. Por unas cuantas monedas, por una concesión, o por miedo, son capaces de destruir reputaciones, sembrar odio y mentir descaradamente. Esta prensa sin ética, que opera bajo el disfraz de «periodismo libre», en realidad es el rostro de la decadencia de un régimen que ya no se puede sostener por su legitimidad, sino únicamente por el control de la narrativa.

Lo que antes era un contrapeso, hoy es una maquinaria de linchamiento. Lo que debería ser investigación y análisis, hoy es espectáculo y escándalo. No se verifica, no se contextualiza, no se pregunta. Solo se lanza, se infla, se repite y se manipula. Quien cuestiona al régimen es acusado. Quien defiende valores contrarios al oficialismo es ridiculizado. Y quien osa hablar con libertad es tachado de traidor, conservador o vendido. En este clima, el periodismo se ha prostituido: ha dejado de buscar la verdad para venderse al mejor postor.

Del periodismo a la propaganda: la advertencia del Instituto Albert Einstein

El Instituto Albert Einstein, conocido por su trabajo en temas de democracia y resistencia no violenta, advirtió en su documento «De la dictadura a la democracia» que uno de los pasos clave de un régimen autoritario para consolidarse es controlar o cooptar a los medios de comunicación. La prensa se convierte así en herramienta de manipulación, no de información. Se difunde miedo, se construyen enemigos internos, se justifica la represión y se silencia al disidente.

Lo más alarmante es que esta prensa servil no actúa por ignorancia, sino por cálculo. Sabe que en un sistema en decadencia, el soborno es más rentable que la ética. Sabe que el poder actual está dispuesto a pagar —con contratos, concesiones o favores— por cada mentira disfrazada de titular. Y sabe, sobre todo, que el público adormecido, bombardeado por emociones y no por razones, será más dócil frente al escándalo que frente a la verdad.

El caso de México: corrupción, prensa domesticada y señales de colapso

En el México actual, la prensa oficialista se ha convertido en un brazo más del poder político. Basta con ver cómo reaccionan ciertos periódicos, portales y noticiarios frente a las acusaciones de corrupción que provienen del extranjero, especialmente de Estados Unidos. Cuando se revela que miembros del gobierno han sido señalados por lavado de dinero o vínculos con redes delictivas, la prensa afín responde con silencio o con desvío: ataca a la oposición, revive escándalos viejos, o desacredita a quien hace la denuncia.

Esa actitud no es accidental: es el síntoma de un sistema que se tambalea. Como bien lo plantea el Instituto Albert Einstein, cuando un régimen depende del miedo, la mentira y la propaganda para sobrevivir, es porque ha perdido toda base ética y racional. Y cuando la prensa se convierte en verdugo del pensamiento crítico, ya no se puede hablar de democracia, sino de un autoritarismo emocional y mediático.

Mediocridad estructural: el periodismo como reflejo del poder

Un rasgo común en estos medios vendidos es la mediocridad: repiten sin pensar, difaman sin pruebas, opinan sin estudiar. Esta falta de rigor no es solo pereza intelectual, es estrategia política. Una sociedad desinformada es más fácil de controlar. Un ciudadano que solo escucha gritos y escándalos, no tendrá tiempo de analizar presupuestos, leyes o tratados internacionales. Por eso los medios se llenan de personajes histriónicos, frases vacías y narrativas falsas. No informan: entretienen con odio.

La prensa de mala praxis es, entonces, un espejo de los gobiernos corruptos. Ambos comparten una ética de la simulación. Ambos viven de la apariencia, del chantaje y del miedo. Y ambos, cuando son expuestos, responden con cinismo. Como dice el documento del Instituto Einstein, «los regímenes autoritarios temen a la verdad organizada». Por eso necesitan a la prensa desorganizada, corrupta, vendida.

Analogía final: un barco que se hunde con megáfonos

El sistema actual de gobierno en México puede compararse con un barco averiado que intenta flotar usando megáfonos en lugar de reparar sus grietas. La prensa oficialista grita que todo va bien, que hay transformación, que el enemigo está afuera. Pero las filtraciones siguen, los escándalos de corrupción se multiplican, y la legitimidad se hunde poco a poco.

Frente a las investigaciones de agencias extranjeras —que sí tienen autonomía— el gobierno responde con discursos nacionalistas, con acusaciones de complot, con más prensa servil. Pero la gente comienza a despertar. Y cuando eso ocurre, ni el mejor titular ni el más pagado vocero podrá evitar el hundimiento.

El remedio está en la reconstrucción del oficio periodístico, en la formación de una ciudadanía crítica y en el respaldo a medios verdaderamente independientes. Sólo así se podrá restaurar la verdad como principio democrático y la ética como base del poder.

Porque al final, como decía Solzhenitsyn: «Una palabra de verdad pesa más que el mundo entero».

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