Star Wars en Rococó: Cuando la Fuerza despertó en el café
«El café es con la Fuerza lo que la estética es con la verdad.»
—Inscripción apócrifa hallada en Rococó, circa 2015.
Manuel García Estrada
En el corazón de la Ciudad de México, entre columnas ornamentadas, vitrales y aromas tostados, nació una revolución silenciosa que, al igual que la saga de Star Wars, dividió a la galaxia del café en dos bandos. Entre 2014 y 2015, Rococó Banco Cultural del Café y su Academia de Artes y Ciencias del Café se convirtieron en un punto de inflexión para la cultura del café mexicano. Allí no sólo se servía una bebida: se activaban códigos de calidad, reflexión estética y precisión técnica como pocas veces se habían visto en América.
Mientras en otras barras capitalinas predominaba el culto al barista como “estrella” —CoffeeStar, como se les llegó a llamar irónicamente—, Rococó optó por otro camino. Se trataba de descentralizar el ego y recentrar la conversación en el producto, el proceso y la experiencia integral. Esto implicó estandarización rigurosa, protocolos de servicio exigentes, introspección técnica y visión internacional. Para muchos, esa apuesta por el rigor no era otra cosa que la elección del lado oscuro de La Fuerza. Fue entonces que comenzaron los susurros: Rococó era una escuela Sith.
La Rebelión del Sabor Exacto
Pero ¿qué significaba ser Sith en una ciudad plagada de poses “barísticas”? Significaba dominar la técnica sin negar la pasión. Significaba confiar en el conocimiento, cuestionar la superficialidad y establecer un orden propio basado en la calidad comprobada, no en las modas. En lugar de alardear en redes sociales, el equipo de Rococó cultivaba el aprendizaje continuo, los protocolos ajustados al grano, la métrica precisa del agua y el respeto absoluto por el origen del café. Era una rebelión elegante, intelectual, poderosa.
Mientras muchos veían en Rococó una amenaza para el status quo, otros comenzaban a entender que algo profundo se estaba gestando: el nacimiento de un eje cultural del café que no tenía comparación en Hispanoamérica.
Un café con acento internacional
El tiempo, como siempre, fue el juez más justo. Los clientes comenzaron a llegar no sólo de los rincones de México, sino de Nueva York, Berlín, Tel Aviv y París. El inglés —y muchas veces también el francés o el alemán— se volvió lengua cotidiana en el pequeño salón de la Condesa. La Academia recibió estudiantes de Medio Oriente. La influencia era innegable: Rococó había trascendido la escena local y se proyectaba al mundo.
En el fondo, esta proyección internacional sólo fue posible porque la visión nunca fue comercial ni publicitaria, sino cultural y educativa. En Rococó se restauraba el valor del conocimiento como forma de liberación, no de presunción. Y eso incomodaba. A muchos.
La Estética del Imperio
Cuando el equipo supo que algunos lo llamaban «lado oscuro», no se defendieron. Se rieron. Y decidieron apropiarse del símbolo. Si iban a ser considerados como los Darth Vader del café mexicano, ¿por qué no integrar a la mitología de George Lucas en su entorno visual?
Así, un pequeño R2-D2 apareció discretamente junto a un Darth Vader de porcelana en el salón, compartiendo espacio con columnas retorcidas, marcos dorados, espejos venecianos y cortinas de terciopelo. La fuerza del maximalismo estético abrazó sin reservas a la ciencia ficción más icónica del siglo XX.
Rococó no negó su oscuridad: la sublimó.
Un nuevo canon para el café
Lejos de ser una boutade visual o un guiño frívolo, esta integración simbólica era una declaración. Rococó no sólo estaba cambiando los protocolos de servicio y la enseñanza cafetalera; estaba creando un nuevo canon narrativo donde el café podía estar a la altura de las grandes gestas culturales. El café como arte, como historia, como símbolo de resistencia contra la banalidad. Un café que no necesitaba disfrazarse de “hipster” ni de “cool”, sino que se sabía poderoso desde la raíz.
Hoy, años después de aquella anécdota de los “baristas Sith”, muchos de los que ridiculizaron a Rococó han intentado replicar sus estándares. Algunos, incluso, han abandonado la pose para sumarse a un movimiento más exigente, más profundo, más libre.
La saga continúa
Para quienes visitan Rococó por primera vez, todo parece una experiencia sensorial: el olor, la música, los colores, la forma en que se sirve el espresso. Pero si miran con cuidado, descubrirán que en el fondo del salón, entre orquídeas y tazas de porcelana, Darth Vader observa en silencio. Y a su lado, R2-D2 parece susurrar: “La Fuerza está con ustedes”.
Lo que antes fue una burla, hoy es un símbolo. Y como toda buena historia, Star Wars en Rococó no es un homenaje, sino una toma de postura. En un mundo de ruido, rapidez y superficialidad, Rococó sigue confiando en el conocimiento, la estética y la constancia.
En la galaxia del café, aún hay quien lucha con elegancia.
