Gimnasios: ¿cuerpos sanos en mentes contaminadas?
Manuel García Estrada
Los gimnasios presumen de ser templos del bienestar físico, de la salud y la transformación. Pero vale la pena preguntarse: ¿cuántos de ellos se preocupan realmente por el bienestar mental de sus usuarios? La salud integral no se construye solo con músculos ni rutinas extenuantes; también con ambientes que inspiren, cuiden y eleven el ánimo de quienes asisten. En este sentido, hay prácticas comunes que atentan contra la armonía mental y emocional de quienes buscan un refugio para mejorar su vida.
Uno de los peores enemigos de esa salud emocional es la música que se reproduce sin criterio, día tras día, como castigo sonoro. El abuso de géneros como el reguetón y la banda, con sus letras muchas veces repetitivas, violentas o hipersexualizadas, resulta agresivo para la mente. Más que motivar, estas músicas en exceso generan fatiga emocional, irritación y, a largo plazo, una experiencia negativa que se asocia con el entrenamiento. La variedad musical, cuidadosamente seleccionada, debería ser parte de la propuesta estética y emocional del gimnasio. La música puede ser medicina o veneno: depende de cómo se use.
La iluminación también tiene un peso fundamental. Espacios oscuros, fríos o mal iluminados reducen la energía vital y desmotivan. Una iluminación adecuada, cálida y armónica, puede cambiar completamente la experiencia del usuario, generando ambientes donde el cuerpo no solo se activa, sino que el espíritu se alegra.
La limpieza es otro pilar olvidado. Un gimnasio sucio, con vestidores descuidados o áreas malolientes, no solo afecta la higiene, sino el estado emocional del usuario. Entrenar en un entorno limpio es entrenar en un lugar donde se respeta al cuerpo y al alma.
Finalmente, el personal es la columna vertebral invisible del gimnasio. La actitud de cada recepcionista, entrenador, intendente o gerente, construye (o destruye) la motivación del cliente. Son ellos quienes, con su energía, atención y respeto, pueden convertir un espacio ordinario en uno transformador. Porque un saludo, una sonrisa, una disposición genuina a ayudar, puede cambiar el día de alguien.
Los gimnasios que aspiran a ser espacios de salud total deben comprender que el cuerpo no se separa del alma. Cuidar al cliente no es solo contarle repeticiones: es brindarle un entorno que lo eleve, lo dignifique y lo abrace. Solo así, la verdadera transformación ocurre.
Si vas al gym y te quedas callado frente a los daños que la música vulgar genera por su imposición, si no te quejas de la limpieza y te conformas, si no reportar al personal grosero, inmaduro e improductivo podrías ser la principal causa de que el gimnasio al que vas sea una porquería, recuerda, si no eres parte de la respuesta, eres parte del problema.
