Las encuestas mienten. Si les crees… eres un idiota.

Manuel García Estrada

Las encuestas mienten. El Tribunal Electoral ya señaló a Morena como responsable de manipular la opinión pública a través de ellas. Pero muchos siguen creyendo en los Reyes Magos.

En 2021, Morena reconoció que en Córdoba, Veracruz —para muestra basta un botón— mintió. Alegó que la imposición de un candidato se debió a encuestas, pero al exigírsele pruebas, aceptó que no fue así. Luego inventaron un supuesto análisis curricular. De nuevo se pidió transparencia, y de nuevo admitieron la mentira. Al final, quedó claro: fue un dedazo lo que definió al candidato.

Este caso es apenas uno entre cientos. Desde que AMLO decidió que las encuestas serían el método de selección interna, comenzó a pagar millones a las casas encuestadoras. Como dice el dicho: «con dinero baila el perro», y esas empresas bailan al ritmo que López Obrador les impone.

En política, los contratos son favores, no simples acuerdos. Las encuestadoras le deben a AMLO su supervivencia y sus privilegios. Han vivido de él durante más de dos décadas. ¿Y qué hacen a cambio? Le fabrican popularidad y se prestan al juego para imponer diputados, senadores, alcaldes, gobernadores, o presidentes.

Ahí tienen el caso de Delfina Gómez, impuesta con la mentira de los «20 puntos de ventaja». Otra joyita de la corrupción encuestadora.

Recordemos 2017: en el 95% de las encuestas para la CDMX, Ricardo Monreal lideraba cómodamente. Pero de la nada, apareció una sola encuesta —la «buena», la que valía para Morena— que le dio la victoria a Claudia Sheinbaum. El encargado de anunciar el dedazo fue Mario Delgado. ¿Sorpresa? Ninguna.

Con estos tres ejemplos (y hay más), queda claro: las encuestas en Morena sirven al capricho de López Obrador y su camarilla corrupta. Este método, por cierto, lo aprendió bien de los dinosaurios del PRI, desde los tiempos del venerado y también corrupto Lázaro Cárdenas.

Creer en la popularidad de AMLO o Sheinbaum es de dos: o se es idiota útil, o se recibe su sobrecito mensual. Incluso hay quienes, al criticarlo, repiten la cantaleta de “es que sigue siendo muy popular…” Por favor. ¿Nos quieren ver la cara de estúpidos?

Hace unos días, Ebrard dijo que si le hacen una “chicanada” en el proceso, las cosas van a reventar. Ay, Marce… no seas mamón. Para empezar, se dice chingadera, no chicanada. Y segundo: ¿en serio crees que el proceso es limpio? ¿Que las encuestas valen? Ya con eso pones en duda tu IQ.

A Morena le encanta el circo de las encuestas. Muchas se fabrican desde el celular de algún millennial becario, diseñadas para parecer creíbles. Circulan por WhatsApp y nadie cuestiona su origen. Solo hay dos reacciones: miedo o festejo. Y ambas hablan de una inteligencia emocional (e intelectual) cercana al retraso funcional.

Una persona inteligente no se traga esas pendejadas. Y claro, cada candidato paga sus encuestas, donde —qué casualidad— siempre aparece como puntero o empatado. ¿Se creerán sus propias mentiras? ¿O solo les gusta que les den por su lado?

Lo peor es cuando te las enseñan esperando que les aplaudas o pongas cara de crédulo. Un insulto a la inteligencia.

Conclusión:
Las encuestas sirven para manipular elecciones, alimentar egos débiles, y justificar imposiciones.
Son el opio de los mediocres.
Y el arma del régimen.

El show, el entretenimiento son parte de esa arma. Nomás recordemos estas cosas. Estos montajes previos acuerdos.

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