Como decir NO sin sentirse mal.

-Pero estas tú imbécil!, mira que tienes más cara que espalda… la respuesta es ¡NO!.
-Vale.
Y la vida sigue.
¿Por qué en cambio al Mexicanito le cuesta tanto trabajo decir un categórico y rotuno NO?
Algunas razones:- No sabemos recibir un NO por respuesta:-NO! -ándale nomas la puntita… insistimos…-Ya ves cómo eres, y dices que me quieres, andaleeee nomas la puntita te lo prometo.
-Lo vimos en la casa cuando nuestros padres respondían con “mentirillas” para zafarse de un compromiso: -NO sé si pueda, están unos primos de mi esposa en la casa; pero si puedo me doy una escapadita.
-Una no es ninguna, y en vez de decir : -NO vamos,  nos comprometemos a ir a 3 diferentes reuniones en una noche.
-Y mentimos doblemente dando círculos a nuestras posibles negaciones:-¡NO me vayas a fallar! -¡Cómo crees, claro que No!, -entonces, ¿me pagas el viernes?; -si claro, bueno por lo menos la mitad.
-El qué dirán, y es que somos muy penosos: -Y qué le dijiste?, pues que sí, y es que pobre, me dio mucha pena decirle que no ¿Qué va a decir?
-“Mande”…son educados, no responden con un ¿queeeé? cuando los llaman; y ante una relación que no funciona son capaces decir: -no eres tú, soy yo; en vez de decir: terminamos porque te la pasas drogado, o lo que fuese el caso. Si bien a otras culturas les fascina la suavidad y los diminutivos, las maneras del Mexicanito, esta manera ladina de ser y sus vaguedades lingüísticas nos causan muchas inconveniencias. Y así, adquirimos: compromisos, negocios, membresías, invitaciones, noviazgos, embarazos, expectaciones, promesas y toda una serie de consentimientos bilaterales por el hecho de que no ser capaz de articular una negación tajante. Esta “castración” a nuestro carácter Mexicano nos viene de tiempos de la Colonia, en donde el indio ya erradicado de su orgullo, fue moldeado a obedecer y requerido a quedar bien ante las exigencias de los peninsulares. Se reportaban ante ellos con un “mande” y ante la nula posibilidad de decir NO, ya que sólo existía la voluntad del peninsular, pues se nos olvidó como hacerlo. Pero no éramos así, sabíamos decir NO, pero en la conquista el indio fue dominado y su voluntad y su capacidad de iniciativa mermada, la imposición redujo su libre albedrío. Despuesito, el paternalismo político no ayudo a los ideales de independencia y el criollo continuó extendiendo la mano para recibir y ser liderado. La paciencia del mestizo no es otra cosa que exceso de tiempo libre por tener truncada su habilidad creativa; más veces que pocas, espera que se le diga que hacer. Estas circunstancias historias son la génesis del por qué algunos mexicanos no saben decir NO. Se le han enquistado los cojones; y lo que es peor, cuando finalmente después de muchos malabarismos verbales dicen  NO, se sienten mal. Rectifico, no es por falta de carácter, es por otro acentuado rasgo indígena; es ladino sin saber qué hacer con las consecuencias de sus vaguedades lingüísticas. Es inevitable que ante la negación de algún requerimiento los sentimientos sean encontrados. Solo en raras ocasiones se contesta NO y se queda bien. Ya dice el refrán: no se puede quedar bien con Dios y con el diablo; pero tenemos pánico a quedar mal, e insisto, decir NO definitivamente nos puede hacer quedar como “ojetes” o “mala hondas” y por esto es que nos sentimos mal, porque no nos gusta que nos tilden de “ojaldras”. De manera que la única forma de decir NO y no sentirse mal es hacer callo. Es decir, los primeros “NOs” son los difíciles. Recuerden, los remordimientos son fomentados por nosotros mismos. Justificación dada culpa acepta dice otro refrán. A ver, es cuestión de óptica, juega con tus vértices y bases y dales el ángulo que más te convenga. Además, pondera el por qué dijiste NO para justifícate ante tus melindrosos sentimientos. Sólo nosotros podemos determinar objetivamente si podemos o no acceder a un requerimiento, en otras palabras, LA NECESIDAD DEL OTRO NO DETERMINA MI DISPOSICIÓN, lo que determina mi VOLUNTAD para responder positivamente son NUESTRAS CIRCUNSTANCIAS. El decir NO , no es una cuestión de moral o educación, es de sentido común.

El Manco del Cerebro

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