¿Quiénes son los Covidiotas?

Por El Hijo del Rayo

Desde que comenzó la supuesta pandemia de Covid 19, primero solo enunciada como coronavirus y después transformada a C19 o Sars- CoV2, lo que abundó y sigue manteniéndose así es la llamada desinformación que afanosamente busca mantener el control de la estrategia más grande que existe: meter miedo a la población.

Las 4 agencias que manejan el 80% de información sobre Covid 19 (EFE, Reuters, AP, AFP) comenzaron con sus tácticas por la deconstrucción del pensamiento científico ridiculizando a todo aquel que negara la existencia de la «pandemia», que sigue sin existir; atacando a todo aquel que recordara la relevancia de lavarse las manos y sana distancia sin necesidad de tapabocas, al que desafiara las violaciones a los derechos de tránsito, pensamiento, expresión y al que se emancipara de lo «correcto» que ellas determinaron como tal; también atacaron al que exigía y exige pruebas de autopsia y exámenes con post evaluaciones sobre resultados positivos en contagio (las pruebas en promedio tienen entre el 20 y 50% de falsos positivos). Difundieron cientos de entrevistas en distintos países con científicos que se prestaban a los cinco minutos de fama que se les proporcionaba afectados por la psicosis que las agencias fueron tejiendo elaboradamente y a detalle.

Organizaciones relacionadas con esos nodos manipuladores de datos crearon vídeos para aterrar, memes, mensajes de copy paste para muros de Facebook en donde se decía quiénes eran buenos o malos por su obediencia o no a lo que dictaban -y siguen dictando-. Agencias locales crearon las historias de «mujer mexicana en Wuhan», «mujer mexicana en Milán», que eran prácticamente iguales y que impactaban por su impresionante sumisión ante toques de queda acompañados de frases «se ríen hasta que lo viven», «mi edificio comenzó a vaciarse con gente que salía en camillas», «entendí que debía acatar las disposiciones de la autoridad por mi propio bien» o vídeos de «mira cómo queman cuerpos de muertos por coronavirus en Guayaquil».

Todo se fue desarrollando país por país con una especie de guión que iba desde mostrar imágenes de hospitales saturados en Italia, algo que en México SIEMPRE hemos tenido, historias de que en los asilos morían docenas de ancianos en España, las tumbas por decenas que se hacían antes de que la enfermedad avanzara -de las cuales no hay imágenes en vídeo siendo utilizadas- y se prendían en sus mapas globales de manera interesante acompañando a las ciudades o naciones «nuevos epicentros de coronavirus» hasta cuando comenzaban a hacerse ritos de enterramientos o duelos nacionales que si eran de 24 horas resultaban miserables para la necesidad de miedo a seguir imponiendo.

Las contradicciones de las autoridades sanitarias, municipales, estatales o nacionales, generaron – y lo siguen haciendo- un incremento en la inseguridad de las personas, al final la estrategia logró que la gente no creyera en la exigencia de ciencia para la «pandemia» y dejaron que cada quien impusiera sus medidas sanitarias de manera estúpida, todo ello ya en el contexto de la guerra política entre partidos políticos que buscan sacar beneficios en las votaciones. Los gobiernos del mundo NUNCA pudieron ser claros más que en naciones escandinavas, el viejo Japón o las dictaduras de Asia. Hay que reconocer que el modelo imperante es el del autoritarismo chino.

En todo ese mar de caos la población mexicana que no lee más que acaso un libro per cápita por año (y que tiende a ser según las librerías algún ejemplar de autoayuda) y que padece un serio problema educativo en donde el aprender a aprender es desconocido y el pensamiento crítico oprimido en aulas y hogares decidió que su llave de acceso al conocimiento serían las redes sociales.

Las redes sociales no son públicas ni buscan el bienestar de sus usuarios que son solamente clientes. Son empresas tecnológicas que gracias a la supuesta pandemia se pasaron de multi millonarias a mega multi billonarias ya que en promedio la gente entra a ellas entre 100 y 150 veces al día dejando en ellas un perfecto banco de datos sobre lo que les gusta, lo que es llamativo, etc; dejando en bandeja de plata a estas corporaciones sus intenciones políticas que ahora pueden ser identificadas con certeza convirtiéndose en producto de venta para mercadólogos y agencias de publicidad; para empresas y para políticos.

Las redes sociales se comportaron peor que wikipedia, decidieron dejar crecer la información, y el terror, que hacía que la gente permaneciera ansiosa, angustiada y encerradas hallando su conexión al mundo a través de facebook o twitter; ejemplos del éxito de estas plataformas tenemos varios como Google o Amazon que han monopolizado los negocios en la Red.

Si las masas consumían más y más miedo había que hallarle a esas personas productos que les intentaran dar seguridad, de ahí el éxito del cubrebocas que la OMS ha rechazado en varias ocasiones que es inútil entre la gente sana o asintomática y cuando todos los datos para venderles más productos como gel o «tapetes sanitizantes» (sí, inventaron hasta palabras) estaban ya creciendo había que presionar a los gobiernos a decretar o exigir su uso, es que ya se producen muchos y la corrupción brinda a miles de políticos un diezmo por comisiones, algo que también se apega al guión de manejo infodémico, por ejemplo en España cuando anuncian el fin de la cuarentena exigen el uso de barbijos, como en México. Es que business are business.

Para reforzar la venta de productos la labor de comunicación fue además generar en los individuos aterrados un sentimiento de superioridad moral sobre el que no usa barbijos y comenzaron a llamar covidiotas a los que analizaban y cuestionaban lo que sucedía sin contar que es imposible que a las mentes críticas las puedas meter en la denominación equivocada porque ¿cómo justificar el uso de cubre bocas de un individuo en su vehículo con ventanillas cerradas para no contagiarse? ¿Cómo justificar a los estúpidos que pedían comida a domicilio y que decían que eso era solidaridad para que la gente no se enfermara mientras despreciaban a los repartidores de Uber o Rappi?

Finalmente COVIDIOTA tomó su lugar, con esa palabra se denomina al estúpido, al ignorante, al dócil, al borreguito de la manada que se cree todo y que actúa fuera de la razón.

El concepto ha tomado tanta fuerza que lo común ahora es escuchar cómo se señala al que entra al supermercado con un casco de motocicleta bajando de un coche para entrar a realizar sus compras sin quitárselo; a los que usan guantes y piden gel para los mismos en vez de desecharlos, a los que publican todos los días más amarillismo, al que usa careta y cubrebocas para pasear al perro a solas en el parque como COVIDIOTA.

La «nueva normalidad» es el imperio de los covidiotas, esa es la propuesta de los gobiernos que solo buscan no ser responsables de contagios o muertos y que no piensan en la salud de la gente sino cómo justificarse frente a los votantes. Aceptar esa «nueva normalidad» es ser efectivamente un idiota.

Pueblos en Europa y América ya han levantado la voz contra esta nueva etapa de fascismo neoliberal disfrazado de populismo sanitario, en Serbia, Alemania, Argentina o Canadá están reivindicando a la ciencia como necesidad de comprobación de todo lo publicado sobre el coronavirus ¿cuándo despertará México? Quizás cuando la gente tome con más respeto las lecturas que merece su mente en vez de averiguar quién se ha robado su queso entonando himnos pedorros de «resiliencia».

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