El cuento del veto.

En 2012 el periódico Milenio decidió ya no publicar nada de lo que enviaba semanalmente, era una colaboración, no se cobra por ello, así que fue muy fácil cerrar la puerta del diario. Estos cuentos son los responsables del veto, se publicaron en la campaña presidencial de Peña, Vázquez Mota y AMLO después de que me habían pedido no hablar contra Peña Nieto.

I La princesa fea.

La princesa entendió que era fea y que nadie la quería, que le huían, que nadie quería escucharla y eso le dolió porque su papá siempre le dijo que ella sería un día la reina. Hoy la princesa llora porque hasta la bruja más mala de todo el reino también se ha ido con dos calabazas secas a hechizar a otras ovejas.

Los diarios del reino informan día a día de cosas que son cuentos vacíos con magia inexistente en donde quieren hacer creer que la princesa será coronada y es que el lobo del castillo oscuro aúlla bajo el efecto de brebajes que lo han hecho un zombie.

¿Será acaso que el príncipe del pueblo miserable e ignorante sea coronado? Le preguntó la princesa a su espejo mágico. No, le respondió el objeto endemoniado, el príncipe es como tú, una gran mentira, un gran engaño. ¿Qué pasará con el reino y con los señores que están muy enseñorados? Cuestionó la muchacha. Pasará que sus fiestas las pagarán con su dinero.


La princesa enloquecía ante la realidad que el espejo le decía. Una noche estando sola en su habitación apareció un sapo que hablaba: princesa fea, ya no llores, es mejor que no seas reina porque a las reinas que ofenden a su pueblo siempre les acaban cortando la cabeza. La joven enrojecida preguntó al sapo ¿y qué será del príncipe? Descuida princesa, no te preocupes por él, es mejor que comprendas que este es tiempo de plebeyos, la gobernará la gente por derecho.

II El lobo más viejo.

La campiña se llenó de borregos foráneos, los locales ya no creían en el hechicero y es que cuando naces en un territorio lleno de historias absurdas sobre cómo debes de ser te acabas cansando de ello y renuncias a esa supuesta identidad. Los ayudantes del hechicero cifraron en miles a los asistentes a la función de brujería pero la realidad es que ninguna cifra es verificable porque cuando hay muchas ovejas difícilmente se logran distinguir las cabezas.


La televisora nacional de la campiña tenía grandes intereses en la visita del hechicero y por ello se dedicó a alabarlo, la realidad es que ya nadie le cree a ese servicio audiovisual que nunca dice cómo mejorar la vida sino cómo ausentarse de ella. Ni siquiera el usar gorro de brujo local le sirvió al que llegado en medio de tributaciones de oro ha sido capaz de acallar la información de que entre sus seguidores hay quienes comen y trasquilan borregos destruyéndolos para siempre.


¿Quién puede creer en los hechizos de un farsante y charlatán vestido de dorado que sólo busca hacerse más rico mientras abusa de la ignorancia de los borregos? Sólo las ovejas más tontas. Pero a esas les gusta el abuso y la humillación porque tienen terror a crecer y ser pensantes.


El hechicero se fue entre burlas y rechiflas,  aplaudiendo al administrador local del ganado y pactando con los lobos que con zaleas puestas pretenden hacer más servil a todos. 

III El burro que se creía Pegaso.

“Y volarás entre las nubes más bellas y todos te amarán para siempre” le narraba su madre cuando pequeño y él creía que así sería. Con el paso de los años creció entre padrinos y madrinas que le hicieron todo fácil y para llamarlo le decían “tú eres Pegaso, el más bello de todos” y genuinamente él volaba en el cielo dando besos a las montañas de caramelo aprobando materias por ser hijo o sobrino de alguien importante.


Pasó más tiempo y sus amigos y parientes le hacían todo fácil, a su alcance, nadie le exigía nada más que ser obediente. Un día fue el más poderoso de los habitantes de su aldea pero llegó a esa jefatura por conspiración de su familia y alcanzó la opulencia y le dijeron que podía ser el más importante de todos ellos, así pues lo enviaron a competir por el cetro del reino.

Estando ya en las nubes de sus sueños se creyó monarca indiscutible y afanosamente asistió a la feria de la alfalfa. Él tenía su propia cosecha de la planta y llegó a mofarse del resto pero nunca esperó que el mago de las letras le pidiera que narrara cuál era la mejor de las alfalfas y no supo qué decir. Todos se rieron de él y no tuvo más sueños ni más rescates de sus parientes.


Lloró tanto que la lechuza le pidió que fuera al espejo del cerro mágico a ver su realidad en un espejo. Llegó sigiloso y temeroso y se sorprendió enormemente cuando descubrió que no era un Pegaso blanco sino un burro gris y opaco.

IV El mensaje de Burro.

La Princesa Fea por un lado lloraba y lloraba y en otro lado elBurro que se creía Pegaso regalaba alfalfa a los heraldos de la Corte de los Hechiceros pero ni así lograban ser populares para ganar la corona del reino y cada vez que decían o hacían algo erraban.


LaPrincesa Fea creía que siendo martirizada la elegirían como reina pero eso no sucedía, así pues le escribió al Burro que se creía Pegaso“Eztimado Vurro, por máz ke kiero zer la reyna no puedo azí ke penzé ke zi me azeptaz como amiga llo te pazo a miz zeguidorez y ganaz y ya”. La propuesta parecía interesante para el asno pero como este es un animal soberbio y creído decidió responderle así: “Querida Prinzesa Fea: Llo zoy el maz vonito de todos en este reyno y pago mucha alfalfa para ke todoz me kieran i avlen bien de mi, azi ke kuando gane te yamaré para ke seas mi zirvienta, lla no yores, llo te alludaré”.


La carta absurda y tonta fue interceptada por los pájaros azules convertidos en heraldos del pueblo del reino y dieron a conocer el mensaje a todos los súbditos y siervos que se rieron de los que quieren gobernarles desde Palacio echando por los suelos los sueños fatuos de esas mentes necias.


Moraleja: Si inflas las encuestas, no lees y escribes con errores ortográficos no te hagas tonto, no tienes el IQ para gobernar.

El autoengaño… hace daño. Y si no quieres que se digan cosas malas de ti, simple, no las hagas.

Manuel García Estrada, el hijo del rayo.

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