El derecho al sexo
No hay nada más fácil de controlar que el sexo de la gente, con esa manipulación a través del miedo y la cultura del pecado se reduce a las personas a ser sucios, indignos o inmorales. Ello aunado a la repetición de mensajes engarzados al matiz vigente agustiniano de que el placer atenta contra dios permite a las religiones dominar la mente de las personas en detrimento de la libertad.
Desde pequeños los seres humanos son condenados a la hipocresía y a la doble moral porque al pene se le llama “pajarito” y a la vagina “chochito” por ejemplo, y además los niños “no se lo deben de tocar”. Esa asquerosa cultura de las mentiras y el engaño crecerá con fuerza cuando en la adolescencia los muchachos llegan a sentir culpa por la masturbación y si el joven ya tiene vida sexual con alguien más tendrá que ocultarse o deberá omitir el asunto porque ya ha consumado el pecado y ello le condenará en el templo gracias a su confesión con el cura que además en el morbo querrá saber más para saciar su mente enferma obvio confesional.
El sexo es el arma per sé de control de la más grande institución de donde viene la mayor ambición, la iglesia, en especial la que viene de la tradición judío-cristiana y de manera sobresaliente la católica. Es simple, si la gente se siente sucia por naturaleza deberá buscar que su pecado sea redimido toda la vida en la que además reproducirá el mismo esquema gracias al reforzamiento de los medios de control de masas, perdón, medios de comunicación de masas. Si la sociedad es secular, laica o atea la idea del pecado muere y eso libera a los individuos porque desaparece la condena.
Las mentiras de que hay una gran conspiración para que la homosexualidad sea una moda para disminuir la población mundial viene de la iglesia, ya varios cardenales han hecho referencia a ello. En contra parte bien valdría la pena decir que la jerarquía vaticana promueve la sobrepoblación en detrimento de la Tierra y además alienta la expansión de los mercados de sus patrocinadores. Lo cierto es que el planeta no puede soportar que la supremacía humana y depredadora termine con los bosques, las selvas, los océanos, ríos, montañas o campos. Si la conspiración no existe bien valdría la pena que ya reflexionemos y hagamos leyes que no permitan la destrucción de los recursos por estúpidas ideas de hace miles de años en donde hay que dejar que se multipliquen los humanos sin control. Si la iglesia cree que ella domina con sus leyes “divinas” bien valdría aplicar algunas leyes más apegadas al sistema chino de derechos de reproducción para frenar esta avalancha contra natura.
Una democracia, una república, deben debatir sobre la reproducción, que debe ser antes que nada un derecho a parir o no, a adoptar o no, a castigar al que se reproduce sin conciencia o a penalizar a los gobiernos que no tienen una política al respecto. México la tuvo con aquella campaña de “menos hijos para darles más”, por ejemplo.
La reproducción debe ser un derecho para todos pero no una obligación y quien se reproduzca debiera cumplir ciertos requisitos como tener la posibilidad de sostener a los nuevos seres en alimentación y estudios, vestido y cumplimiento de sus derechos humanos o al menos saber leer y escribir.
Los falsos sentimientos por los cuales muchos sentirán que esto atenta contra la Humanidad son las víctimas de la manipulación cristiana hipócrita que busca que sintamos lástima cuando ésta sólo se puede dar a seres indignos que por cierto, no existen, todos tenemos dignidad.