El gran circo electoral
Por Antonio Rosales
<<El espectáculo es el discurso ininterrumpido que el orden presente
hace sobre sí mismo, su monólogo elogioso. Es el autorretrato
del poder en la época de su gestión totalitaria de las condiciones
de existencia. La apariencia fetichista de pura objetividad en las
relaciones espectaculares esconde su carácter de relación entre
hombres y entre clases>>
GUY DEBORD, La sociedad del espectáculo
<<En la civilización del espectáculo la política ha experimentado una banalización (…), lo que significa que en ella la publicidad y sus eslóganes, lugares comunes, frivolidades, modas y tics, ocupan casi enteramente el
quehacer antes dedicado a razones, programas, ideas y doctrinas. El político de nuestros días, si quiere conservar su popularidad, está obligado
a dar una atención primordial al gesto y a la forma, que importan más que sus valores, convicciones y principios>>
MARIO VARGAS LLOSA, La civilización del espectáculo
Cuando se observa fríamente el opio multicolor de las filias y fobias en que intenta enjaularnos el sistema, y se piensa en elecciones, política, partidos políticos, autoridades electorales y todos los elementos que componen -y orbitan alrededor de- la seudodemocracia burguesa de México, no puede pensarse más que en un patético y costosísimo espectáculo.
¿Cómo y en que términos describir la representación electoral? ¿Melodrama, comedia, farsa, pastorela, sainete? ¿Parodia o sátira de epopeya? ¿Talk show, reality show, thriller, stand up, telenovela, serie? ¿Videohome? ¿Programa de farándula y periodismo del corazón estilo Ventaneando y la revista TV Notas? ¿Performance, videoarte, happening? ¿Carnaval, feria, circo, carpa, función de box o lucha libre?
La política en el capitalismo en general, y particularmente durante procesos electorales, parece seguir como manual algunas de las «10 estrategias de manipulación mediática» descritas por el escritor Sylvain Timsit: La estrategia de la distracción, infantilización del público, utilizar lo emocional más que la reflexión, estimular al público a ser complaciente con la ignorancia y la mediocridad, y reforzar la autoculpabilidad… Recuerde estos puntos cada vez que vea o escuche a un político y se dará cuenta que esas estrategias son parte de la rueda de la fortuna (o rueda del infortunio, más bien) en la que nos hacen girar medios y políticos, aún más en campaña.
En campañas electorales, candidatos y partidos, estamos ante la vacuidad, el vacío, la ausencia. No el vacío fértil que precede un nacimiento o una decisión, sino el vacío estéril y turbio de la simulación, las violencias encubiertas, la represión y la autorrepresión.
Ante el vacío y la mentira, solo queda la pantomima, el espectáculo, el drama. El humor involuntario, el humo, las confrontaciones constantes y gratuitas, el entretenimiento, el teatro evaporan la necesidad de encontrar un sentido y evaden la desgarradora ausencia omnipresente en la farsa electoral, creando a su vez el espejismo de solidez, identidad, integridad, cohesión, originalidad, rectitud y contenido, que generalmente no existen.
No es que, entre el lodazal, ocasionalmente no existan personajes capaces, honestos y éticos así como algunas propuestas, valores, ideales e ideas valiosas; el problema es que casi todo lo bueno y genuino acaba desplazado, triturado o absorbido por la hipnótica, omnívora e ígnea esvástica giratoria de los grandes capitales en perjuicio de los sectores populares.
En Manifiesto del Partido Comunista (1848), Engels y Marx lo dejaron muy claro: «La burguesía, después del establecimiento de la gran industria y del mercado universal, se apodera finalmente del Poder político –con exclusión de las otras clases– en el Estado representativo moderno. El gobierno del Estado moderno no es más que un Comité administrativo de los negocios de la clase burguesa».
Y cualquier duda de la vigencia de esas palabras, pregúntese si alguien que realmente represente un alto riesgo para las fortunas de Carlos Slim, Claudio X González, Ricardo Salinas Pliego, Emilio Azcarraga, Olegario Vázquez Aldir, Germán Larrea, Alberto Bailleres, el Consejo Mexicano de Negocios, la COPARMEX, la familia Junco, las corporaciones trasnacionales o la banca internacional, realmente podría, ya no digamos, hacer una exitosa carrera política sino simplemente, vivir sin peligro de exilio o muerte.
Por supuesto que en contadas ocasiones, cuando la oligarquía ha perdido todas las batallas, tendrá que ceder o pactar ante algo que no les parezca, como aumentar salarios u otorgar prestaciones laborales… Pero siempre habrá caminos -legales o ilegales- para brincarse los acuerdos y que el político en cuestión vuelva a cerrar los ojos; y cuando no hay camino, se puede comprar e inflar a otros políticos. A los capitalistas poder de convencimiento les sobra, y megalómanos, mesiánicos y oportunistas dispuestos a convertirse en marionetas del poder económico y financiero hay por montones, en todos los partidos, medios de comunicación, y en la sociedad misma.
Sin embargo, como para mantener el orden creado por la edulcorada ilusión de la estabilidad, estas verdades se niegan aunque se vivan, entonces se necesita la máscara, el disfraz, las actuaciones, reflectores y un libreto.
Envolver al público en linchamientos mediáticos, «guerras» incendiarias de insultos y denuncias entre partidos y candidatos, con la mayoría de los periodistas también prestándose a la opereta haciendo el papel de referís, porristas, inquisidores, jueces morales, héroes detectivescos, villanos maniqueos y/o ministerios públicos, es una forma de garantizar que el consumidor/esclavo -perdón, el electorado- encuentre la válvula de escape necesaria para la catarsis que, una vez satisfecha, refuerce los barrotes de la Caverna de Platón del sistema capitalista que subyuga las democracias contemporáneas.
En su gran mayoría la élite del llamado círculo rojo, los comunicadores, los dueños de los principales medios de comunicación, los conductores, locutores, los lectores de teleprompter, así como los analistas políticos, intelectuales y otro tipo de invitados y opinólogos que aún hoy mantienen un oligopolio de la opinión pública, renuncian a la búsqueda de alternativas o verdades. Ellos mismos atrapados por sus intereses y adoctrinamientos rígidos, se repiten, dogmatizan, predican y, bajo la simulación del disenso, pluralidad y discusión, acaban imponiendo una misma visión con ligeras variantes, que no afecten las agendas a empujar en turno. Es decir, son los personajes que ponen las bases retóricas y teóricas con toques de solemnidad a la función.
Por eso -permanentemente y aún más durante los procesos electorales- son igualmente necesarios héroes, cómicos, músicos, merolicos, cuentacuentos y villanos de la política y de los medios de comunicación, que – ya sea por la «derecha» o la «izquierda» – enganchen al público en la polarización y las falsas dualidades; por eso en la política -como actores principales, influencers u opinólogos- son imprescindibles los saltimbanquis, trapecistas, payasos, voceros, modelos, bufones y maestros de ceremonias, como Ricardo Anaya, Felipe Calderón, Lilly Téllez, Kenia López Rabadán, Gerardo Fernández Noroña, «finísimas» damas como Xochitl Gálvez o Nay Salvatori; Alfredo Adame, Javier Lozano, Enrique Alfaro, Fernando Belaúnzarán, Lorenzo Córdova, Ciro Muramaya, Gloria Lara «Glodejo», «Tumbaburros», Ricardo Alemán, Vicente Serrano, Chumeles, Dressers, Brozos, Lorets, Ciros Gómez Leyva, Kumamotos, Ferriz, Chapuceros, Campechaneandos, boxeadores, luchadores, futbolistas y el político, youtuber o periodista que se una a las tragicómicas ediciones semanales del Lágrimas, Risas y Amor de la política nacional. (La asignación y clasificación de roles de cada uno de los mencionados, y de otros similares que les vengan a la mente, quede a criterio del lector…)
La dictadura global del mercado, la propaganda y la mercadotecnia marcan las direcciones a seguir. Para llegar al Olimpo, el político acepta ofrecerse como producto milagro que satisfaga las necesidades creadas -que no necesariamente las reales- que el electorado cree propias, pero en realidad son las necesidades que tiene el sistema de explotación para alimentarse.
Pauperizada la educación y la cultura, las campañas se ponen al nivel. Así vemos a Juncal Solano, José Luis Romero Calzada «Tekmol», entre muchos otros, bailando, quizás reconociendo en el fondo que no tienen más que ofrecer.
Quizás la única esperanza radica en que la sociedad entera se sacuda ese ignominioso papel de «rebaño desconcertado» que describió Walter Lippmann y mediante la concientización y organización, tome la política en sus manos para satisfacer sus necesidades reales.
¿De qué sirve votar si, más allá de partidos e ideologías, la mayoría de estos personajes traicionan sus discursos y en lugar de servir a las masas que crédulamente los eligen, terminan obedeciendo a las cúpulas empresariales, bancarias y financieras nacionales, o a entidades y personajes como el Fondo Monetario Internacional, el Banco de Pagos Internacionales, el Banco Mundial, el fondo de inversiones BlackRock, el Foro Económico Mundial, el Big Pharma, las grandes empresas tecnológicas, mineras, petroleras, e hídricas, o a los políticos estadounidenses o europeos en turno? ¿Realmente usted se siente representado por -y satisfecho con- las democracias contemporáneas? ¿Siente que realmente están velando por sus necesidades e intereses? De no ser así, ¿por qué no solo legitima estas mentiras con su participación u olvido, sino que además tampoco hace algo por cambiar las cosas de fondo y raíz, y no solo de forma?
Más que sugerir acciones concretas, lo invito a dudar, reflexionar, informarse, expresarse, organizarse y empoderarse. La democracia debe ser total y real, y no solo discurso. Ante las actuales tormentas políticas, económicas y sociales que sacuden el mundo, su despertar, concientización y participación proactiva es urgente. Ayer ya es tarde.