Layda la despechada
Como si fuera un despecho de los años 50 Layda se lanza otra vez contra Monreal. Dolida, ardida, vocifera amenazándolo de muerte, acusándolo como niña berrinchuda advirtiendo que el papá-líder ya no lo volverá a ver. Se ve que para ella estar de alfombra para Salinas, Fox o AMLO es lo más importante en su carrera que evidencia se ha generado a ras de piso.
Sin brújula, neurótica, queriendo que le haga caso Monreal, que de su boca salga su nombre, berrea como poseía por Satán queriendo que el senador desaparezca de la faz de la tierra para bailar en el Senado su extinción. Ella, la corruptaza de la Álvaro Obregón, la urgida de autoestima que nutre con disfraces hechos por cirujanos y tintes porque no soporta verse en el espejo, chilla, llora, disminuye su investidura dilapidando su sexenio en Campeche, echándose al piso por la nomenklatura que la protege frente a quien la puede destituir y llevar presa.
Layda llora, está sola, le dicen que le ayudarán frente a los jueces pero ¿Quién le ayudará a la pobre perdida gobernanta que se aferra a un grupo de sujetos traidores que entregarán su cabeza a cambio de paz? ¿Quién la cobijará cuando el experto en leyes lo hizo su enemigo? ¿Quién querrá acercársele a la bipolar que grita contra la reconciliación y la unidad del pueblo de México?
Pareciera que lo que quería era un poco de afecto y otras cosas de parte de quien es víctima de sus ataques y que no la volteó a ver en ningún caso. Pobre. Se nota despechada, se nota agobiada, se nota amargada, se nota desubicada. Se observa agonizante en su psique que no comprende porque al que odia tanto no lo parte un rayo. Quizás no sabe que Metis desprecia a las que desprecian a Afrodita y Atena, que desprecia a quien no sabe confeccionar alas como las de Prometeo porque para tener esa inteligencia hay que poseer el talento de mantener atado a Zeus olvidando que fue él quien la devoró.
Layda no regresará nunca a Ítaca porque las naves de su sinapsis jamás zarparon a la gran odisea. Se mantuvieron ahí, en la mediocridad de lo acomodaticio, no de lo sobresaliente.
Layda es de cuidado, es kalam desde su imagen. kalam en sus palabras, kalam en sus acciones.