Los adelantados o cómo violar la ley electoral y mantenerse impune

Las corcholatas de Palacio Nacional andan con una avidez de poder que pocas veces habíamos visto en México, de hecho desde que tengo memoria las cosas no se ponían tan locas sino en estos tiempos cuando la codicia y la inmundicia desbancan a la democracia del lugar que quisimos que tuviera y que se vino consolidando desde finales de los 90 hasta la llegada de la cosa rara llamada «4T» que aún no acaba de ser explicada sino como un sinónimo del caos.

Aún recuerdo la locura emocional que mostraba la hija de Carlos Salinas de Gortari en una azotea en el PRI cuando lo hicieron candidato a la presidencia, sabía que por fin sus sueños se harían realidad no porque su papá trabajara y sacara a su familia adelante sino porque se enriquecerían para convertirse en nuevos aristócratas. Desde entonces la avidez de ostentar el poder y los grandes negocios ha sido el móvil de los que quieren ocupar la silla presidencial que tiende a que se la quieran quedar pegada en las nalgas más allá de seis años. Como ahora.

La impresionante manera de tener una proyección, sí de esas de las que hablan los sicólogos, del presidente actual a través de las palabras ambicioso vulgar se ven también reflejadas en el actuar de las corcholatas que se han puesto en fase de desesperación repartiendo sus números de celular, whatsapp y ofreciendo conciertos masivos para tener, aunque sea, un aplaudo fugaz que dista de ser estructura electoral.

Las corcholatas me hacen recordar cuando estaba estudiando la escuela secundaria y tuvimos un proceso electoral para definir a la mesa de alumnos. Las campañas evidentemente eran de risa porque ni los maestros sabían bien cómo generar una actividad democrática verdadera pero se hizo. Los cierres de campaña sucedieron en el patio central y en las azoteas de los salones los candidatos a ocupar la directiva estudiantil ondeaban banderas, echaban porras y arrojaban dulces a la masa de adolescentes que corrían a cada lugar a donde caían los productos de regalo y brevemente las planillas se sentían victoriosos, obviamente quien más arrojaba cosas más apoyantes le acudían… exactamente como los «programas sociales». El PRI lo sabía y sabe muy bien, comprar a la gente es fácil cuando hay hambre y una mano reparte croquetas haciéndose el buenito, pero la fórmula, cual cierre de campaña en la secundaria, nos dice que quien tiene el recurso obtiene los votos. No hay que ser muy inteligentes para entenderlo.

Las corcholatas andan arrojando dulces en la plaza nacional pero se equivocan en sus «estrategias», la realidad está por alcanzarlos y aunque tienen la bendición del presidente si la reforma electoral no pasa podrán darse por descartados como candidatos. La apuesta de AMLO es mantenerse rompiendo las leyes electorales y con su transformación electoral destruir los delitos de sus corcholatas. Algo con trasfondo porque más que buscar el beneficio de sus tapitas lo que hará es dañar a la democracia mexicana que al menos se ha mantenido más sobria que la gringa. Su reforma no solo convertirá al país en una permanente guerra electoral sino que socavará los pocos avances en transparencia de campañas y recursos.

Parece que AMLO tiene más de obediencia al sistema gringo para homologarlo que el mismísimo PRI que siempre trabajó con la bendición de los de Washington. Recordemos que si algo hay corrupto en Estados Unidos aparte de sus narco negocios son los procesos electorales en donde se lava mucho dinero y se compran muchos votos en Congreso o en la oficina de la Presidencia.

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