¿Por qué no quieren mejorar tantos?

Caminar por las calles me resulta enigmático cuando recorro caminos llenos de baches, banquetas rotas, sin árboles, veo casas mal pintadas o con moho, techos de lámina oxidados y cuando lentamente cambias de barrio encuentras escalones o rampas cruzando la banqueta, no hay murales, no hay jardines, cuadra a cuadra hay desorden, es tierra de gente esclavizada a la ignorancia, a la arrogancia y al egoísmo porque denota cada casa que lo importante para sus habitantes es que tengan lo que quieren y necesitan sin importar los demás.

En otras calles aparecen manchas de mugre o aceite, por las banquetas angostas debes esquivar cajas de cartón de cerveza, gente amontonada porque esperar tomar un bus de las decenas de autobuses que pasan a modo de ferrocarril aventándose el vehículo unos a otros, tocando la bocina entre gritos de los destinos a los que se dirigen, se oye el estruendo de las bocinas de cantinuchas que están abanderadas por mujeres que se ríen a carcajadas y lanzan mentadas de madre.

Caminas esquivando a la gente que sin importar que están en el espacio público se van de la realidad viendo sus celulares e impidiendo el libre tránsito.

Fachadas descarapeladas, anuncios descuidados, edificios mal pintados, otra vez el moho. Mucho moho. Volteas al cielo y hay entramados de cableados, abundan, con ello lo que tenemos es aceras llenas de postes, en eso ves como los taxistas se paran de cualquier lado de la calle a levantar o bajar pasaje, no existe el reglamento de tránsito y existen personas a las que les vale un comino el peligro o que estorben al bajar por donde ellos quieren «total pago» repiten, como si eso les diera impunidad para violar el reglamento mientras el dócil chofer permite la ilegalidad.

El ambulantaje se esconde en recovecos de portales de locales cerrados, la decoración predominante son letreros de «se renta» y «se vende», pululan las tiendas de lo barato y de baja calidad, se siguen enfocando al pobre o al tacaño. Todo esto choca con los que ves en redes sociales, gente que aunque vive mal quiere aparentar que vive bien.

Hace unos años se puso de moda subir fotos de árboles de navidad en las casas de la gente, era un desastre, todos creían que sus decoraciones eran bonitas y mostraban pinos que querían verse como los de la tienda Liverpool o lo que aparecía en Instagram en otros países, el resultado era triste, detrás del ícono navideño las paredes llenas de cerámicas de cerditos o pájaros mal pintados, de esos que regalan en las ferias callejeras, eran el contexto mientras las repisas llenas de triques y un televisor nos decían cuáles eran los hábitos de los presuntuosos sujetos con espíritu navideño. Era patético.

Lo peor eran los comentarios de la gente que festejaba el mal gusto, el desorden del lugar, aplaudían tanta najayotez que solo combinaba con algunos peluches y flores artificiales de colores surreales en la decoración de las casas. La lástima se convertía en un precepto moral: «Pobres, no hay que criticarlos» decían algunos, lo importante es que festejan su Navidad y sí pero hacerles creer que esa es la belleza de la decoración solo promovía que no se esforzaran por mejorar sino por conformarse y sentir una miserable muestra de afecto o reconocimiento que ellos consideran tiene un like.

No criticar parece que ahora es lo correcto, si cuestionas la mugre, el desorden, la mierda en la calle o en las casas de lo que exhiben -ojo, el que hace pública su vida privada debe aceptar los cuestionamientos-, si criticas el abandono y el olvido de los edificios hoy te llaman clasista, racista, discriminador, peor aún, enemigo del gobierno, traidor del movimiento, pura tontería que busca eludir la responsabilidad de todo, pareciera que la mediocridad debiera festejarse, que la basura mental debiera ser aplaudida. Nadie debe ser mejor, nadie busque que seamos mejores,es lo que gritan los que se sienten exhibidos cuando se señala lo que está mal. Y está mal porque sencillamente no se busca que la gente mejore, eleve su nivel intelectual, su buen gusto, su civilización esa, la que empieza desde casa.

¿Por qué les molesta tanto a los najayotes en el poder, en las oficinas, en las calles, que se les diga que pueden ser mejores? Porque muchos de ellos no quieren ser mejores, es más cómodo ser huevón y no arreglar tu casa, no leer libros y pensar en la belleza de las artes, en las mil posibilidades de las ciencias, es mejor creer que se les quiere, que son chingones, así como los papás que solapan a un niño que no hace bien su tabla gimnástica de la escuela o que le dicen a una niña que canta bien cuando berrea.

Al mexicano contemporáneo le gusta más creer que lo aman o admiran, aspira a sentirse superior con toda la mierda intelectual que tiene, lo que antes era fuente de inspiración y ganas de esforzarse para mejorar hoy se ve como mamonería, los chingones de verdad no deben serlo. Hay que bloquearlos.

Hay condiciones humanas universales, la envidia es una de ellas, una que es un cáncer de la sociedad porque la limita en su desarrollo al estar obstaculizando y boicoteando al que se destaca.

En esa envidia y ese dolor frente al que es capaz de más que el promedio lo pueden intentar boicotear desde el gobierno con sus funcionarios mediocres y arrogantes hasta los que se creen los mejores pero encuentran en el que trabaja bien su peor enemigo, porque los que aparentan ser chingones saben en su interior que son miserables gusanos que viven de apariencias.

No se quiere mejorar porque no se quiere dejar la huevonería, no se quiere esforzar, no se quiere reconocer que alguien hace de verdad bien las cosas. En empresas es normal que un directivo excluya proyectos chingones que él no propone ni hace. Pasa entre los funcionarios públicos chafas que odian al ciudadano que logra hacer actividades sobresalientes, eso los exhibe de incapaces y lo detestan, es una vergüenza y una tristeza que condena al futuro a seguir diendo mediocre.

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