Yo, gay

Texto I, escrito en 2011.

Manuel García Estrada

No pensé que fuera tan fácil serlo porque contra la naturaleza nada se dificulta a menos que la cultura te coloque en una posición de auto negación y es que en México padecer a la Iglesia Católica es todo un problema.

Recuerdo que en 1993 una admirada amiga me preguntó que qué opinaba de los homosexuales, yo respondí que ese era un problema complicado a lo que replicó: para ti es un problema, para ellos es una realidad. En ese momento aún me cuestionaba sobre mi sentir, mi pensar respecto de la sexualidad marcada por una tradición católica intolerante que ya había sentido no me permitía pensar libremente.
Crecí en un ambiente más o menos abierto porque más que homosexual era asexuado, no cuestionaba mucho las cosas y mucho menos me generaban conflicto  aunque debo reconocer que pese a que casi nadie me molestó la presión para no ser “maricón” se dejaba sentir siempre a través de que uno escucha que se descalifica al homosexual o a la lesbiana. La sociedad te hace saber que serás rechazado y prefieres callarte.En la preparatoria recuerdo que un homofóbico me molestaba mucho llamándome a mí homosexual y honestamente un día me hartó, porque yo no me metía en su vida, así que cuando alguien se acercó a decirme lo que el sujeto expresaba sobre mí sólo dije que él era gay. El tipo se enojó muchísimo, su proyección se evidenció y al paso de un par de años salió del clóset por consecuencia de un tremendo escándalo en donde su pareja había armado un desmán en la vía pública… afuera de su casa.

En la universidad la verdad es que no me preocupaba mucho por lo que pasara en cuanto a la sexualidad de nadie, ni de mí mismo, pero en el verano de 1993 las cosas cambiaron debido a que por unos dolores fuertísimos de cabeza que no tenían explicación para los médicos yo me comencé a preguntar si no tenía algún problema emocional que arrastraba y decidí tomar una terapia. El resultado fue que miles de temas que en mi cerebro estaban aprisionados comenzaron a salir y a debatirse en una de las más maravillosas experiencias de mi vida. Los dolores cesaron en agosto y en octubre regresaron con la novedad de que no se debían a asuntos de la mente sino a un tumor albergado en la fosa paranasal derecha, me lo extirparon y quedé sano con una diferencia, mi mente había despertado como jamás pensé que se podía hacer en tan corto tiempo.Al poco tiempo de que dejé la universidad, el TEC, viajé al Canadá, a Toronto, una de las capitales mundiales de lo gay. Conocí entonces el barrio de la diversidad y vi por fuera muchos bares y antros, me daba temor entrar a ellos, no conocía a nadie y sinceramente he sido un tanto tímido en los antros así que de plano jamás me introduje por esos espacios hacia la nación del arcoíris. Lo hice por donde me muevo como pez en  el agua: el activismo.

Una tarde de primavera, cuando conocí el barrio gay de Toronto, salí de la estación del metro Spadina. Ahí me dijeron que vería muchas lesbianas y hombres con sus novios. El morbo, la curiosidad me hicieron llegar y cuando salí del subterráneo no vi a nadie pero al caminar un poco vi a mucha gente reunida… eran miles y sinceramente no daba crédito a la cantidad de homosexuales que ahí estaban. A los pocos minutos me percaté que era una marcha del orgullo. No cabe duda que la ingenuidad a veces se me da con singular alegría.En la marcha que vi salir de Spadina había mucha gente, sacerdotes que llevaban letreros de que “dios es amor”, playeras que anunciaban “Marx XXI Century” y ni tardo ni perezoso me uní al contingente y encontré una compañera de marcha que era una lesbiana de unos 18 años muy menudita que llevaba lentes pequeños y un sombrero como de pescador, fuimos hablando de lo que estaba pasando y le pregunté por qué había tanto homosexual que se contoneaba y se notaba afeminado, ella respondió que era una opción, que era algo que a algunos se les daba pero a otros no y caminando más de prisa me llevó a otra parte de la marcha en donde unos tipos musculosos se combinaban con sujetos peludos y barbones que no parecían en lo absoluto una imagen del estereotipo homosexual. Salí de la marcha y no le dije nada a nadie más que a una amiga le escribí la experiencia por correo. No debí hacerlo, ella habló entonces con mis padres y cuando regresé a México las cosas se pusieron rudas.

En Canadá ocurrió algo que jamás olvidaré, en Toronto me enamoré por primera vez de un sujeto al cual jamás pude ni rozarle la mano. Un amor platónico de esos lindos e inocentes pero su familia, que sí se percató que se me caía la baba por él, sencillamente le prohibió verme. Homofobia pura en el país de la tolerancia.Al regresar a mi país caí en el mundo del miedo, del terror, de las amenazas de familia y tuve, para alegría de los que estaban a mí alrededor, una novia. Duré más de dos años con ella pero algo inesperado aconteció en mi vida.Tenía yo a esa novia a la que le escribía mucho, le decía que la amaba y cuando las cosas se estaban poniendo más intensas apareció alguien que descubrió la profunda auto represión en que me encontraba y el problema emocional que padecía como consecuencia del silencio, del no poder expresarme en todos los sentidos, por la traición a mí mismo que me hacía. En aquellos años yo aún apoyaba a la iglesia católica en lo que pudiera porque supuestamente colaborarle es algo “bueno” y para una pastorela se requería un equipo de sonido que yo decidí patrocinar para “ayudar” a la parroquia. En la función de aquella representación me senté en los escalones tras bambalinas del teatro y apareció un ángel, sí, un ángel de la pastorela que era bajito y guapetón y su presencia me llevó a uno de los pasajes más difíciles que puede vivir una persona: el primer amor y el tormentoso. Ya detallaré un día todo esta experiencia que me parece sumamente intensa y apasionada -y audaz- pero lo importante es que gracias a este hombre acepté y asumí mi homosexualidad que todavía creía yo más bien como bisexualidad –me negaba a ser gay, en este mundo muchos creen que ser bi les hace ser “no puto”-.

A los pocos días de salir con este sujeto dejé a mi novia, a la que por cierto tiempo después le comenté porqué la había dejado y ella se convirtió en una estupenda amiga. Es una mujer muy inteligente y guapa que encontró enseguida no una sino muchas opciones para su valioso corazón.De aquel día a éste en que escribo pasé por un camino en el que poco a poco a quien me preguntaba le decía que soy homosexual, jamás he creído en que uno debe andar por la calle diciendo que es uno gay o mostrándose amanerado, cada quien, yo no. Eso sí, debo decir que la masculinidad te permite, por la segregación y homofobia vigentes, que más gente te acepte por la apariencia pero para combatir eso siempre dejo en claro que soy gay y que me siento orgulloso de serlo.

Debo confesar que en estos años y aún sabiendo de mi orientación ha habido mujeres que se han ofrecido a tener hijos conmigo o que han tratado de que les haga caso pero por respeto a mí y a ellas jamás he permitido un juego del corazón de nadie porque si a mí más de una vez me han roto el corazón ¿por qué debía yo hacerlo? Y sobre los hijos honestamente quisiera adoptar uno, me encantaría poder formar a un ser humano.Hace pocos años que comencé a escribir como gay abiertamente y a asistir a las marchas del orgullo, hasta hace poco años entré a un antro gay –tomé otra terapia para tener valor- y hasta hace muchos menos años comencé a vivir mi homosexualidad en todos lados sin preocupación alguna.Ahora, a los 39 años, camino por la ciudad de México y siento libertad total, es decir, se fue el miedo y aunque puedo ir de la mano con mi pareja en donde a mí se me antoje en muchos de los lugares del mundo es evidente que en México, la gran ciudad de los derechos para todos, hay oasis en una nación que reclama los derechos para todos en todos sus rincones.

A donde he ido he encontrado gays y lesbianas, trans y bisexuales, en León, Monterrey, Gdl, Veracruz, Morelia, Tuxtla Gutiérrez, Tijuana o Cancún pero sigo hallando miedo por culpa de los gobernantes estúpidos emanados de partidos de derecha o resultantes de partidos de izquierda que no evalúan a sus candidatos, sigo hallando una iglesia católica retrógrada y fuera de sí incapaz de practicar sus preceptos del amor hasta el tope de seminaristas, curas y monjas gays hipócritas, sigo viendo policías ignorantes que molestan a las parejas de adolescentes gay o encontrando homofóbicos en antros o restoranes pero sobre todo en escuelas privadas. Debo mencionar que también yendo a gestionar muchas cosas a la Cámara de Diputados del Honorable Congreso de la Unión me he topado no solo con muchos hombres y mujeres homosexuales que ahí laboran sino que los veo ocupando muchas curules con hipocresía y votando leyes que afectan a su propia existencia pero como ganan estupendos sueldos seguramente su doble vida es más fácil de financiar.

Me parece que México debe asumirse ya adulto y diverso, dejarse de andar agachando ante un viejito que desde Roma cobra buena lana a través de limosnas para poder salir en la tv o los diarios para seguir llenando de miedo y terror a millones de personas en el planeta. Incluso me he topado con diputados que teniendo amigos y parientes gay anuncian que no aceptarán las leyes de matrimonio y adopción universales como la de Córdoba, mi ciudad, que se llama Paulina Muguira y ocupa un espacio en la Legislatura veracruzana y que dice que por lo que aprendió de un maestro no permitirá esa posibilidad –para colmo conozco a ese «maestro» que rebosa de ignorancia-.Yo espero que cada vez más los jóvenes del mundo entero salgan del clóset, que ya no les importe lo que piensen sus padres, hermanos, primos, tíos, sobrinos porque no nacimos para obedecer las ideas que supuestamente les brindan felicidad a los demás. Nos queda claro que el que se fija en la vida del resto es porque no tiene vida propia, nos queda claro que el que se preocupa de la sexualidad de los demás es porque tiene una miserable vida sexual.

Hoy me gustaría poder ver que hay un Congreso capaz de entender que el país no es de ellos y mucho menos es de la iglesia católica que fue traída y metida en la mente de la gente a punta de espada y asesinando a millones de personas. Me gustaría ver un pueblo tolerante que dejó de ver la televisión idiotizante para tomar libros y ser capaces de dialogar con los demás sin importar con quien se acuesten o a quien desean entregar su corazón. Me gustaría ver un país lleno de amor incondicional capaz de trascender todo egoísmo, abuso, condena u odio y estoy seguro que estamos más cerca de la justicia que antes porque en los ayeres del mundo los homosexuales nos callábamos pero hoy, hoy hemos decidido decir ya basta a la homofobia y hemos decidido pelear por nuestro derecho a la felicidad y a ser como cualquier otro habitante del planeta: seres capaces amar y hacer del mundo un mejor lugar para todos.

La Parte II la publicaré el 18 de enero, 10 años después de este primer texto. Veremos qué ha cambiado o qué sigue igual.

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