Buenas maneras.

Nos encontramos, nos saludamos e inevitablemente hablamos de la última consulta popular.


Intentó dar cara con esa frase hecha: “Disculpa mi ignorancia”.Fui muy grosero y no lo disculpe.

Se puede disculpar la falta de conocimiento, ya que es circunstanciado, pero no se puede  disculpar la ignorancia, sobre todo cuando es por actitud.


Así pues, hice acopio de mi buena educación y conservando las formas, expresé que me perdonara por no disculpar su voluntad por no saber, que es ignorancia por definición y lo apresuré a que descubriera las circunstancias que decía no conocer de  su partido Morena, ya que en conciencia, a su vez, yo no podría justificarme por no haberle alentado a saber.

Y es que aunque se ha dicho que de política, religión y deportes no se habla para mantener la fiesta en paz; es un error.  Es perentorio que hablemos  debemos hacerlo más seguido, sólo así aprenderemos a  hacerlo con apertura de mente.


Finalmente muy cordiales los dos nos despedimos con la satisfacción velada de saber que la verdad es una y la tenemos de manera exclusiva ¡faltaba más!


Cuando lo vi partir más afianzado en sus conceptos, y volteo para un último saludo, por alguna razón me sentí frustrado y no pude más que desearle respetuosamente que fuera a chingar a la madre que lo engendró.

El Manco del Cerebro.

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