Café CyberUrbano

Jornada primera

Yo solo soy el comensal silencioso que hace ayuno discursivo. Miro la manera en que los demás se atragantan con palabras: responden y preguntan, llenan la mesa con sus imágenes léxicas. Un mensaje me llama la atención: Inquiriente quiere hablar con alguien, solo tiene cinco minutos.

Eso es interesante, el tiempo de conexión oscila entre los sesenta y ciento ochenta segundos: ¿Por qué permanecer tan solo cinco minutos en la mesa? Debe ser alguien extraño. Envío un mensaje privado: yo también tengo cinco minutos, lo cual es mentira, yo estoy ahí desde hace más de dos horas para encontrar algo que me inquieta. Inquiriente se traga el anzuelo, dice que entonces hay que aprovechar el tiempo. Es matemático, treinta y cinco años, colombiano. Probablemente soltero, quizás divorciado. Finge: “tengo treinta y cinco, muuuuuy bien vividos…” siempre las primeras frases son petulantes, de reconocimiento, de táctica discursiva casi militar. Todo debe hablarnos, nuestros sentidos deben hacerse más agudos: descubrir el olor y el peso del discurso es una empresa hercúlea cuando solo lo tenemos escrito. Escribo: “yo tengo solo veinte. ¿Cómo te llamas?” contesta, yo le doy mi nombre.

El discursivo se vuelve más íntimo al conocer nuestros nombres, hemos superado la primera prueba: nos entendemos. Es raro encontrar matemáticos o literatos en el Café CyberUrbano, aquí todos hablan de fútbol, artistas, cuerpos…, incluso hay un canal especializado en sexo. Algo cambia, me habla con cierta distancia, un terrible “usted debe ser estudiante” me deja helada… he sido grosera entonces, lo he tuteado por un minuto entero. Pregunto por qué la distancia: “en Colombia, dice, acostumbramos mostrar nuestro cariño hablando de usted”. Sinapsis: hombre, solitario, buscando, tiende a la introspección y al subjetivismo… puedo derretirlo: “siendo así, Señor mío, me veo obligada a decirle cuanto siento que su estancia en esta sala sea tan breve… ¿De verdad tiene solo cinco minutos?”  El anzuelo vuelve a ser tragado, quiere aprender a leer (soy literato) y el “Señor mío” lo ha fulminado, dice. La palabra, en su debida forma, da el sentido exacto, da la esencia aunque esta sea falsa; el hombre se hace en el discurso, el discurso lo hace ser ante los otros.

La distancia no tiene nada, o casi nada, que ver. No importa, pronto se vuelve una especie de necesidad. Ahí no existen fronteras ideológicas ni políticas, quizás solo léxicas. Después de intercambiar direcciones Inquiriente y yo nos juramos regresar al Café CyberUrbano, nos escribiremos diario y haremos amistad a la distancia. La conexión se rompe y apago la computadora, ya será un mensaje el que hable con él para explicar mi huída.

Ayer recibí un mensaje de Inquiriente, me emocioné, debo aceptarlo: firmó Su Señor. Fue emocionante encontrar empatía de esa manera. Similar a Héctor y Andrómaca cuando se despiden. Eso también me intriga ¿cómo es posible que se logre empatía, incluso simpatía, así, mediante una pantalla de computadora?  Es que escribió de tal manera que sus sentimientos descansaban en aquellas palabras.

A veces me pregunto si mi profesor bajtiniano tiene razón y la red solo nos conduce a nosotros mismos. Yo percibí ciertas cosas en el discurso de Inquiriente, creí que él también descubriría cosas en mi discurso… ¿Y si él solo juega? Yo también estoy jugando, no hay problema. Pero él juega, cierto, juega al sentimiento ¿Y yo? Mi discurso era el de alguien emocionado, incluso coqueto, pero en realidad era solo una forma de llegar a mi interlocutor; yo no soy así, yo no soy la mujer que se dirige al hombre como Señor mío… además, mi tarea especulativa me impide comprometerme a algo con Inquiriente. ¿Y él? ¿Dónde queda el otro? ¿Lo estoy convirtiendo en objeto de estudio? Si es así ¿a quién? ¿A su discurso o a él? ¿Realmente hay un él específico?

Jornada segunda

Vuelvo a registrarme; mi apodo es Lettera, mi clave akynozora, el nombre de mi perra: Cielo de otoño. Busco a Inquiriente, reviso los diferentes canales, no está ahí. Estoy a punto de salir y DaSaint, a quien ya había visto en Talkplaza unos días antes me saluda con un mensaje privado. Lo contesto, nada pierdo excepto palabras, y no las mías ¿o sí? Comenzamos a hablar, ponemos en claro nuestro sexo y ciudad natal, somos vecinos, él vive a unos cuantos kilómetros de mi ciudad, incluso tiene un amigo aquí. Me vuelvo loca al recibir otro mensaje privado Pata blanca me pregunta si me gustan los caballos. Berta, Pata blanca, es una mina de diez años que me hace recordar la cita en café de Cronopios: Esistís Muriel???? No puedo perder el tiempo con una niña, es mejor que siga con DaSaint.

Los mensajes privados son como los mensajes secretos a la hora de clases, son como las miradas furtivas o las piernas entrelazadas bajo la mesa, son ese tipo de guiños que hacemos cuando queremos que alguien nos persiga a un cuarto contiguo. Así, le informo a él de la molesta Pata blanca y aprovecho para despedirme de ella. Antes de ponerme en claro con DaSaint, él me pregunta si no nos conocíamos. Yo contestó que no. Categóricamente le digo que nunca lo había visto por ahí siquiera. “Es que me preguntaron por ti”, dice. Debió ser Inquiriente, mi Señor.  DaSaint quedó marcado por mi comentario como un amante, y él se lo tomó en serio, demasiado en serio.

Pata blanca se molestó conmigo: “NO QUE YA TE IVAS?????” Corrí hasta el Café CyberUrbano, DaSaint me siguió. La niña también. Fue necesario crear un canal privado; un canal muy romántico desde cualquier perspectiva: LetteraSaint. Es como un cuarto de recién casados, y en nuestra luna de miel Pata blanca me seguía preguntando mediante mensajes privados si me gustaban los caballos…

“Al fin solos” fue lo que dijimos los dos al mismo tiempo. Hablamos casi cuarenta minutos e intercambiamos direcciones y teléfonos. En un mes viene a mi casa y nos conoceremos. Me causa risa, porque el mundo virtual es como una ciudad de verdad, hay amigos, vecinos, enemigos, gente nueva, amantes, solitarios, enamorados, todo… Basta ver los apodos: CLAU_LA_SENSUAL, Colilla, Boby_dm, Loquita, Nena07… por lo pronto DaSaint y yo somos muy felices en nuestro canal privado, nos despedimos con reticencia, como si no quisiéramos dejar de abrazarnos. Entre sus palabras ligeras y llenas de anarquismo olvido la dulzura sobria de Inquiriente

Si la esencia del humano está en el discurso y no en sus accidentes, ni en el cuerpo, ni el alma, la Red da la posibilidad de ser más humanos los unos con los otros… ¿O no? ¿Dónde quedan las miradas, el tacto, el oído, el olfato? Que importa. De cualquier manera cada vez más me siento más enredada. Si es posible mentir, configurar estructuras discursivas conforme a tipos específicos, yo puedo ser un gay, una prostituta o un sacerdote… Aunque aquí entra un conflicto: Lettera existe dentro de ese espacio virtual, no puede llegar un día siendo hombre y al otro mujer, sería absurdo que un grupo de personas ocupara los mismos apodos, clave y nombre de usuario para entablar videocharlas… Lettera, esa imagen virtual, se vería fuertemente denigrada ante los demás parlantes ciberespaciales… ¿Qué diría Inquiriente si la hubiese visto zarpar a un canal privado con otro? Dejaré de lado, por un momento, mis trabajos lingüísticos. Esto me provoca más dudas que respuestas.

Jornada tercera

Vuelvo a registrarme. Ahora busco a DaSaint o a Inquiriente, cualquiera de los dos está bien. Si no los encuentro buscaré a alguien más. Lo importante ahora es ver si puedo fingir ser otra aunque mi apodo de charla sea el mismo.

El único canal ocupado es Sexo. Pepe100 en línea, entro yo y poco a poco llegan más. Es estúpido esto. ¿Qué quieres saber de sexo? ¿Alguien quiere contacto peligroso? ¿CLAU_LA_SENSUAL está urgida? A mí esto no me importa. Voy y vengo. Buscar a DaSaint e Inquiriente es lo más correcto; son un poco diferentes, si puede decirse esto cuando frente a mi tengo solo virtualidad.

De pronto, yendo de canal en canal, me doy cuenta de que soy la única loca que busca por todas partes, todo mundo me ve gracias a los textos grises que aparecen en pantalla: Lettera sale de Sexo y va a Café CyberUrbano… regreso a Sexo. Finjo que soy lesbiana, pero el modo en que lo planteo ofende Boby_dm, piensa que le he dicho gayPepe100 me reprende: “Oye, no se trata de ofender”, hago aparentemente explícita mi postura y se disculpa… Qué horror, lo único que quieren es leer y tener sexo, sexo, sexo. El canal está lleno… ¿Qué es un chiste sicalíptico? Lo explico, eso me pasa por mandar mensajes con palabras extrañas y poco explícitas.

Me he salvado. Estaban a punto de lincharme entre todos. Hubo un corto y salí como fugitivo. Me vuelvo a conectar y entro de nuevo. Busco sin acercarme al canal de Sexo. Recibo un mensaje privado de DaSaint: “Hi Lettera, do you remember me?” Nos hacemos señas propias y hablamos en inglés… Qué curioso es esto.

DaSaint me dice que vayamos a nuestro rincón secreto. Yo lo estoy esperando ahí desde hace diez segundos que lo propuso, él llega enseguida que se lo digo.

He dejado de lado la investigación, mejor será que disfrute estos extraños vínculos interpersonales… hoy marcamos con una gran imagen nuestro cuarto de bodas: un corazón con nuestros apodos entrelazados. Creo que DaSaint y Lettera se sienten enamorados ¿y nosotros? Digo, él y yo, los de carne y hueso. ¿Nos enamoramos por la palabra o solo dejamos que esas abstracciones hicieran de las suyas en nuestro canal privado?

No lo sé, pero Lettera se siente bien. Yo también.

Epílogo.

Sonia y Mauricio se conocieron después de un mes de conversación vía internet.

Lettera y DaSaint corretean por los canales, se esconden de Pata blanca,  quien ha llegado a ser como su hermanita virtual, y apenas se sienten asediados por Inquiriente, quien tiene mucho de inquisidor, huyen a su canal privado, hacen el amor con las palabras y se despiden justo cuando sus relojes marcan las seis en punto.

Revista de Artes y Ciencias El Águila. 1997-2006. Córdoba, Veracruz. Texto atribuido a Gabriela Ballesteros Díaz González.

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