De Embelecadores y Embelecados.

Luis Fenrir Tidemann

Si te preguntas qué es «embelecar» no es otra cosa que una forma de engañar con artificios a alguien y principalmente a una multitud, sobre todo para un fin particular de forma «bellaca».

Así como hay aficionados al embeleco por el instinto de conservación basado en sutiles eventos artificiales para desechar y «soslayar» temas que atañen el momento hacia cuestiones públicas y sociales, también existen aficionados a ser extasiados y echados a dormir a través de cada mentira disfrazada de esperanza y palabras anestesiadoras que los conduce a arrastrarse unidireccionalmente hacia un agujero por ideales verticales, las cuales sus campanas de «supuesta verdad, sabiduría y humanismo integrador» repican, volviéndose así en una conversión religiosa auspiciada irónicamente por los mismos engañados y dirigida por un pastor y sus acólitos que a menudo se presumen fútiles, nada racionales; un verdadero cinismo, una misantropía de buena fe.

Al ser «embelesados» por el embeleco la integridad y la conciencia del hombre se ve comprometida y despojado de toda coherencia y «sentido común» al punto de formar avalanchas humanas para asistir eventos subsidiados o sentir rabia y/o placer por un gol de un equipo de futbol en el que en ambos sentidos se va a llorar o a reír a la victoria alada pero que para defender sus libertades individuales tal monumento de independencia no existe salvo para anteponer el ‘yo’ en sinónimo de violencia desvirtuando cualquier intento y propósito por la defensa de los derechos humanos constitucionales.

El asunto no son los eventos sino su contenido, su intención y la devoción que se les tiene, tampoco lo es el orador sino el culto arrogante que se le rinde y la falta de cuestionamientos a sus actividades e intenciones publicas; colectivos con integrantes que se sienten con la obligación y defienden el ir en círculos, asustados por perder el rumbo en el laberinto aparentemente infinito por la subjetividad de un solo hombre transferida a sus fanáticos, pero que esos mismos colectivos jamás protegerán a uno de sus miembros, cascadas de doctrinas que los despojan de todo «sentido crítico» y los vuelven dóciles, si se resisten son expulsados por pensar y cuestionar.

No se trata de defender una identificación sino una identidad ciudadana e individual, es el derecho a elegir sin decirte a quien por conveniencia ajena a ti. No se trata de elegir a alguien que «supuestamente no tiene» los mismos defectos que tanto «repudias» pero que, sin embargo todos tenemos de un modo u otro, se trata de alguien que tenga la mejor preparación y capacidad que se requiere para el puesto solicitante; esto no es una «oclocracia» de ignorantes desinformados sino una «democracia» administrada por diferentes órganos autónomos y competentes de acuerdo al rubro.

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