El mundo gay, reino del drama emocional.

Recorriendo las calles, la net, antros, museos, mercados, escuelas, oficinas, organizaciones encontramos que en todos lados hay homosexuales que vienen con historias interesantes.


Los más poseen historias con necesidades emocionales profundos al crecer en una sociedad que les obligaba a esconderse, hoy en día aún millones de gay en el mundo deciden seguir en el clóset y sus prácticas sexuales y amores son furtivos provocando desequilibrios sicológicos en ellos.


Un sujeto en un estado deplorable de emociones que es atacado por los medios de comunicación con la idea de que las marcas, el cuerpo y el dinero son lo más importante arroja a la calle a individuos infelices y estresados con un alto grado de vulnerabilidad que con mayor facilidad usarán drogas o caerán en adicciones sexuales o simplemente tendrán una necesidad afectiva irregular capaz de ceder sexualmente a lo que sea y cambiarlo de inmediato por algo diferente sin compasión incentivando el círculo vicioso que al final les lleva a la ruina de los sentimientos.


Una sociedad debe de generar seres humanos felices desde que nacen y aunque es evidente que son los alimentos, la educación y la libertad derechos inalienables nos queda claro que una sociedad debe de observar como necesidad básica de sí misma la de generar hombres y mujeres felices. Ello se dará de entrada por hogares abiertos que acepten a los hijos tal cual y como son.


Un individuo feliz es capaz de hacer una mejor elección en sus opciones para pareja, es capaz de construir una relación plena y feliz y con ello disminuye la tensión social. Puede haber quien no desee emparejarse o casarse o quien no quiera tener hijos. No hay ninguna obligación de nadie para seguir las normas viejas y obsoletas judeo-cristianas.


Es evidente que un gay feliz que se sienta bien consigo mismo tendrá una mejor actitud para los demás. Infortunadamente el modelo social que tenemos estresa a los homosexuales más que a los heterosexuales de hogares disfuncionales porque en una gran cantidad de familias provocan la idea de rechazo a aquel que sea gay. Drama de vida infantil que debe repercutir en la adolescencia y adultez de los homosexuales.


Lo más increíble y a la vez estúpido es que los homosexuales en promedio viven con la necesidad de ser queridos por el rechazo que oferta la sociedad desde la familia y cuando finalmente acuden a antros, bares o espacios (el ghetto) gay ellos mismos rechazan a los chaparros, flacos, gordos, musculosos, peludos, etc. No les basta a muchos de ellos simplemente decir no a alguien sino que tienen que herir al que o envidian o no desean conocer y si el flaco o gordo se transforma en musculoso es grosero, ofensivo y violento emocional con ese que les recuerda su pasado. Hay en esos individuos un serio problema de autoaceptación y no importa lo que hagan con su cuerpo, siguen siendo imbéciles.

Muchos homosexuales viven un drama terrible en sus vidas y lo patético de su ego mal manejado se ve claramente cuando en un antro a las una de la mañana el musculoso, delgado o guapo no acepta conversar con quienes le desean ligar -en su mayoría- pero a las tres de la mañana cuando la gente se comienza a ir ceden sus cuerpos a lo que sea. Lo más común en los bares y discotecas homosexuales es ver al “dios” irse con cualquier sujeto… no es el sexo lo que buscan sino el llevarse a alguien y en los peores casos se van con el que al menos les abrace. Por eso otra cosa común ocurre: la mayor parte de los débiles emocionales se enamoran del acostón.


Un punto más sobre la debilidad homosexual en sus emociones es la exageración con la que hablan de lo que hacen en sus vidas, a la gente que conocen o los viajes que realizan. Aquellos que desean impresionar no pueden más que evidenciar que por alguna causa son “más importantes” que el resto porque ¿de qué sirven los viajes, los músculos, los rostros bellos o el cargo que ocupan en el trabajo si no son capaces de amar? ¿de qué sirve estudiar en una escuela de paga y ser amigo de “los importantes” si no son capaces de ejercer la cortesía y la educación para sus parejas, amigos, amantes o familia?


El principal enemigo de un homosexual es la cultura promovida por los judeo-cristianos y la ignorancia de los propios gay.
Un homosexual que lee, acude a ver cine de calidad, respeta a sus semejantes, deja de ver a los artistas como “celebridades” (término absurdo y estúpido de la cultura neoliberal gringa), se politiza y es cortés no necesita ni de títulos universitarios, ni cargos importantes ni de fotografías en las revistas para ser respetado y respetable.


¿Hasta cuándo los homosexuales dejarán de jugar el juego judeo-cristiano de la derecha? Hasta que despierten en su conciencia.

Manuel García Estrada, el hijo del rayo.

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