El tango de la añoranza

Miro hacia todos lados y apenas encuentro una cuchara llena de la miel de tus palabras y busco por debajo de la cama y encuentro un par de pantuflas llenas de recuerdos de tus manos frotando la base de mi cuerpo.

Camino entre las sillas para encontrarme con tu sombra cuando nos amamos en el comedor y dejaste salir un “te amo”.

Recorro el pasillo lleno de cuadros de pinturas multicolores que me cuchichean tu nombre y exigen tu regreso sin poder yo responder algo alentador.

Arribo a la cocina en donde tu nariz detectaba mis sabores y tu sonrisa me decía que yo era el centro del mundo y provocaba un sentimiento en donde en cada banquete dos reyes se permitían convivencia.

Pienso en tus risitas y en tu pelo, en tus manos y tus cejas, en tu andar y en tu corazón trepidante incapaz de ser libre.

Sueño aún con tus hombros y tus rabietas y sigo creyendo en tu espíritu bondadoso y generoso; sigo poniendo mis más íntimos deseos en tus fotografías y permito a la lluvia humedecerme.

Te he visto un par de veces desde que fuiste al puerto a tomar un barco sin destino y en esas tormentas en alta mar recuerdo tus palabras y pregunto a las estrellas otras tantas.

Queda el aroma, queda la imagen, queda el sol de tu ventana y tu silueta encantadora a la que yo amaba y al pasar a un lado de la sede de mil amaneceres sólo inundo de oxígeno mi alma añorando lo que fue una posibilidad de todo reducida por ti a la nada.

2011

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