El trébol
¿Te llevarás el trébol de 4 hojas? Le preguntó la ardilla al conejo; sabiendo que en el bosque del arcoiris todos los tréboles, o su mayoría, son de tres hojas.
El conejo lo pensó un poco, y después de rascarse la cabeza con la pata trasera izquierda dijo: no lo sé.
La ardilla se quedó pasmada. ¿Cómo es que no lo quieres si de éstos no hay muchos? La ardilla peló los ojos grandotes, dio la vuelta y levantando una nuez se fue. Pasó el día, pasó la noche, al amanecer otra vez la ardilla encontró al conejo.
-¿Te llevarás el trébol de 4 hojas?
-No lo sé
–Pero es que no entiendo, tú tienes la posibilidad de tenerlo para ti, además, recuerda que los tréboles de 4 hojas para mostrarse deben ellos elegirte a ti. Todo lo tienes bien ¿qué ocurre?
– Es muy simple, nunca pensé hallar el trébol, me conformaba con la alfalfa, el pasto, la yerba, por supuesto esperé siempre tener un trébol de 3 hojas, pero uno de 4… Es como si creyera yo que el humano estuvo en la luna.
-¿Qué harás entonces? porque seguramente hay muchos queriendo las 4 hojas del trébol y aunque ellos lo deseen él no se mostrará, y un día, sin reencontrarte, doblará su tallo y se secará. Y si tu vuelves en ese momento no podrás rescatarlo más.
-Es que el trébol, respondió el conejo, implica estar cuidándolo, regándolo, tal como hacía el niño aquel que vino del cielo, el rubiecito ese que habló con el piloto y que decía que tenía una rosa ¿Lo recuerdas?
–Claro que lo recuerdo, aprendió aquí, en este planeta, que su rosa lo requería a él, que en medio del rosal era más fácil espinarse que oler y disfrutar de la suavidad de los pétalos.
-Pues bien, dijo el conejo, me es más fácil andar en los rosales y las espinas porque me enseñaron que eso era lo que se debía de hacer; el tener el trébol sólo para mí me da miedo, rompe mis esquemas, me da miedo… además, tengo ya un huerto de tréboles en mi jardín, para que me hago tonto.
-Si- dijo la ardilla-, tienes muchos tréboles en tu jardín pero ninguno es éste, y él, está renunciando a todos los conejos del mundo para estar contigo.
-¿Es decir que él también podría tener miedo de que yo sea SU conejo?
-Por supuesto, sino temiera se mostraría a todos, y no lo ha hecho.
La ardilla y el conejo se quedaron viendo en silencio, pasó el día, pasó la noche.
Al otro día la ardilla llegó antes al lugar del trébol y lo halló un tanto manoseado, se sorprendió un poco, pero le vio ahí, estable, esperando al conejo:
-¿Qué te ocurre trébol?
-Que el conejo no quiere llevarme, no se atreve a llevarme y en un arranque de sentimientos permití que me vieran los del bosque y han querido llevarme pero les he dicho que no y he peleado por quedarme esperando al conejo.
Pasó el día, pasó la noche, el conejo nunca llegó.
La ardilla caminaba de regreso a casa cuando vio al conejo platicando con otros animales, extrañado le cuestionó:
-¿Por qué no has ido a ver al trébol?
– Es sencillo ardilla, ese trébol quiere que yo lo tenga para mí, así que si voy o no él me espera, si le riego o no, él me espera. Así que me divierto y me entretengo y ya sé que cuando quiera el trébol estará ahí, para mí.
-Conejo, eso es algo injusto para el trébol- replicó la ardilla– pero, tú sabrás.
Los animales que estaban con el conejo se rieron de la ardilla y animaron al conejo a permanecer en la reunión.
Tres días más tarde la ardilla volvió al paraje del trébol, estaba radiante, bello, verde, fresco.
-¿Qué pasó trébol lindo? Estás muy bien hoy ¿a qué se debe todo esto, que ha venido el conejo a verte?
–No -respondió el trébol- en éstos días mientras el conejo no venía descubrí en la espesura del bosque a un animalito lindo, es también un conejo, y qué crees, me le presenté… él abrió la boca cuando hablaba y con sus ojos me hizo sentir bien, cuando yo hablaba parecía que él dejaba de respirar.
-¿Cómo que te mostraste a otra criatura del bosque, pero, y conejo?
-Conejo no viene, conejo se olvida de que estoy aquí.
-¡No es así! – exclamó la ardilla
–Pues no sé, de plano no sé, así que como mi vida es una y no tendré nunca otra, quiero compartirla con alguien, este conejito lindo que llegó me parece increíble, no es lo que me hubiera gustado, pero ¿qué hago? Ni modo de que permanezca bajó las ramas de este nogal esperando a ver si algún día viene aquel que un principio quise y que no llega.
– Trébol, siento mucho lo que dices pero vi a tu conejo aquel que quisiste y estaba en una reunión y él está confiado a que siempre estarás aquí esperándole.
– Lo siento ardilla pero no puedes entregar todo a alguno que ni siquiera es capaz de echarte un ojo, de regarte un poco, de abonarte un poco.
– ¿No es que todo lo quieres rápido trébol?
– Ardillita linda ¿no es acaso el querer poder y no es acaso el hacer el fruto del querer? El que quiere algo lo quiere de verdad y no le pone esperas. Las hembras están o no embarazadas, no se puede medio embarazarse, es así como no se puede medio amar o amar a medias, para hacerse tonto cualquiera, pero yo, que soy un trébol que requiere del agua y el abono no puedo jugar a que medio me riego o medio me abono porque entonces estaría yo medio vivo… o medio muerto.
– Si trébol, tienes razón, se vive o no, pero no puedes medio vivir. Eso es muy triste, muy patético… ¿Qué harás?
– Optaré en dos días, cuando el sol diga hola y la luna le conteste hola también.
– Es decir ¿en la noche de primavera?
– Así es…
– Trébol, trébol, trébol, ya has estado viendo a muchos conejitos ¿cómo es que elegiste al que te sabe seguro?
– No, ardilla, me le mostré, pero aún, hoy, y esperando la noche de primavera, no he decidido.
– Que sea pues la primavera quien lo diga.
– No ardilla, aunque puedo elegir esa noche, yo, en mi particular caso, pongo fechas pero a lo que siento no le pongo calendario; quizás el equinoccio sea el máximo tiempo de espera, pero no soy un reloj, no soy una agenda para pedir solución a mí mismo.
– Es verdad, por eso eres trébol, por eso te buscan, por eso te desean, porque no eres como yo.
La ardilla dio la media vuelta y caminó hasta el río, se asomó al agua, se vio, un par de lágrimas cayeron sobre el agua, subió los hombros, suspiró y se sentó pensando que hay tréboles y conejos que se encuentran pero que no se atreven a ser para sí, uno del otro y para el otro y se quejan amargamente de que no se tienen.
¿Será acaso que en medio del bosque lo único que queda es la ardilla que aún piensa en la primavera?