La Moralidad termina donde empieza una Pistola
Sin Libertad no Existe Moralidad en Política
Por Robert Tracinski.
Quien pretenda hablar de moralidad en asuntos públicos sin hacer referencia al principio de los derechos individuales está perpetrando un fraude monstruoso. . . .
Es curioso que les haya llevado tanto tiempo – hasta ahora, cuando están cada vez más desesperados – a los proponentes del plan de asistencia sanitaria del presidente Obama, para empezar a hacer argumentos a su favor desde una perspectiva moral. El blogger del Washington Post Susan Jacoby, por ejemplo, recientemente abrió un debate sobre el tema, preguntando: «¿Por qué les ha resultado tan difícil a los defensores de la reforma, incluido el presidente Obama, el transmitirle al público la naturaleza profundamente moral de este asunto?»
Esa es una pregunta interesante, ¿no? Con todas sus fanfarronadas sobre cómo las compañías de seguros son «malvadas» y los que se oponen a un plan de salud dirigido por el gobierno son «profetas del mal», parece que la izquierda no está tan segura, después de todo, de estar en el terreno moral correcto.
Y es porque la izquierda de hecho se niega a aplicar la moralidad al debate sobre la asistencia sanitaria.
El pequeño debate que comenzó en el blog del Washington Post es instructivo, porque está generando una gran cantidad de argumentos «morales» a favor del plan de salud del gobierno que son similares a una respuesta que obtuve a uno de mis ensayos en RealClearPolitics. Al explicar por qué las propuestas de Obama destruirían el seguro de salud, yo escribí que «Las compañías de seguros se niegan a cubrir condiciones pre-existentes por la misma razón que tú no puedes asegurar tu coche después de tener un accidente. El seguro es una forma de financiación para lo inesperado y lo imprevisible. No es un mecanismo para forzarle a alguien a pagar los gastos en los que ya has incurrido».
Y esta es la respuesta que tuve:
<< Eso es un disparate. ¿Cómo puedes comparar un coche con un ser humano y sus necesidades en el tratamiento de enfermedades? Creo que esto muestra una falta total de compasión. Yo podría citar algunos de los miembros más productivos y brillantes de la sociedad que tienen condiciones pre-existentes y que nunca podrían pagar si no tuvieran seguro de salud. ¿Eres realmente tan frío e indiferente, o simplemente estás loco? Creo que tu comentario es despreciable.>>
Observad que nada de esto refuta mi punto básico sobre la naturaleza del seguro. Por el contrario, declara que ese punto – y cualquier otro argumento – es irrelevante. La gente tiene necesidades, necesidades muy importantes – y por lo tanto es monstruoso perder tiempo debatiendo cómo vamos a pagar por el cuidado que necesitan, o qué principios económicos y jurídicos podrían limitar nuestras acciones. Simplemente debemos salir y obligarle a alguien a que satisfaga esas necesidades.
La perspectiva básica es: cuando se trata de necesidades realmente importantes, de asuntos de vida o muerte, al infierno con el pensamiento y con la lógica. Lo que significa: al infierno con los principios. Eso es amoralidad disfrazada de apariencia moral.
La respuesta más profunda a esta perspectiva del papel de la moralidad fue ofrecida por la filósofa pro-capitalista Ayn Rand, cuando escribió que «Fuerza y mente son opuestos: la moralidad termina donde empieza una pistola».
Observad la conexión que Ayn Rand establece entre moralidad y pensamiento. Los aparentadores morales de izquierdas apelan a los sentimientos – los sentimientos benevolentes de compasión, que son fachadas cubriendo sentimientos menos presentables, como envidia y resentimiento – y consideran la intrusión de la razón y la lógica, de la economía y la legalidad, algo frío, cruel, despreciable. Pero hacer lo que te apetezca, simplemente porque te apetece – exigir lo que necesites, porque lo necesitas – es lo contrario de moralidad. La moralidad requiere la subordinación de tus anhelos momentáneos a principios básicos y a considerar las consecuencias a largo plazo.
El considerar las consecuencias a largo plazo significa mucho más que enfocarse en temas específicos, como el de si una ley que asegure a los que tienen condiciones preexistentes, junto con un montón de otras nuevas regulaciones, hará subir el costo del seguro de salud y la hará inaccesible, que es lo que pasará. Y también va más allá de las cuestiones jurídicas, como la de si es lícito poner un impuesto sobre primas de seguros de las cuales se eximen ciertos grupos favorecidos.
El pensamiento moral serio sobre la política pública requiere, en primer lugar, una consideración de lo que ocurre cuando reemplazamos la persuasión con la coerción como guía principal en los asuntos humanos. Requiere que empecemos por comprender el papel que tienen la libertad y los derechos individuales en hacer que una sociedad civilizada siga siendo civilizada.
El principio moral básico que limita las acciones del gobierno es el hecho de que las vidas de otras personas y sus medios de supervivencia no son tuyos para que puedas disponer de ellos. Si quieres que otra persona te proporcione un bien o un servicio, tienes que estar dispuesto a ofrecerle algo de valor a cambio, en un intercambio voluntario. Y si no puedes permitirte el lujo de pagar por lo que necesitas, entonces tienes que pedirlo educadamente por caridad, sabiendo que la otra persona tiene el derecho a negarse. Él tiene ese derecho porque su tiempo y su dinero son suyos.
El actuar de otra manera – y actuar de otra manera es la esencia del argumento a favor de una mayor intrusión del gobierno – es convertir a una sociedad civilizada en una guerra salvaje de todos contra todos. Cuando el principio básico del control del gobierno se expresa en términos individuales – yo necesito algo, así que voy a utilizar la fuerza para quitártelo – suena como lo que es: un acto criminal. Así que la mayoría de la gente trata de disfrazarlo expresándolo en términos colectivistas. «Nosotros, como pueblo, decidimos qué beneficios sociales serán provistos, qué impuestos la gente tendrá que pagar, y en qué términos las compañías de seguros serán permitidas a operar». Pero esto es aún peor. Lo que esto significa es: el grupo tiene el derecho a disponer de la vida, la libertad y la propiedad del individuo. Eso también es un acto criminal. El sacrificio del individuo al colectivo es la atrocidad básica cometida por algunos de los peores regímenes criminales de la historia.
Este es el completo significado de la máxima de Ayn Rand de que «la moralidad termina donde empieza una pistola». La preocupación por moralidad en política tiene que empezar con la decisión de renunciar al uso de la fuerza para disponer de la vida y el esfuerzo de los demás. De lo contrario, todo lo que tenemos es una versión extendida por toda la sociedad de rompe-y-agarra, y el único debate es sobre quién se lleva el botín y quién acaba siendo la víctima. Que es precisamente de lo que tratan todas las polémicas actuales en el Senado.
Susan Jacoby abrió su debate diciendo que «Yo sinceramente no entiendo por qué la persona común … parece en gran medida indiferente a la dimensión moral de este asunto». Tal vez sea porque, como el surgimiento de los Tea Parties ha demostrado, muchos de nosotros estamos motivados por una cuestión moral de la que Jacoby ni siquiera parece darse cuenta. Tal vez la idea de la «persona común» de una «dimensión moral» incluya los principios de los derechos individuales y la libertad – y el temor a que el rechazo de la izquierda de esos principios destruya todas las limitaciones al poder del Estado.
Tratándose de moralidad en política, la idea más válida sigue siendo la radical visión moral de los Padres Fundadores: la subordinación del gobierno al principio de los derechos individuales. Quien pretenda hablar de moralidad en asuntos públicos sin hacer referencia a ese principio está perpetrando un fraude monstruoso.
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Traducido y adaptado con permiso del autor. Objetivismo. Org. (Publicado inicialmente en el 2010)