La nación y el odio.  


Cada día el estado en que se encuentra la clase política mexicana se enrarece más, cada día los personajes más famosos de los que dicen gobernar y sus partidos se convierten en especímenes que merecen ser investigados y averiguar realmente qué están haciendo y a quién sirven. 


Los gobiernos de los estados, el ejecutivo federal, el congreso día a día nos muestran como están agrupados en un entretejido familiar, de amiguismo legendario y estratégico para su predominio en el poder, como si se tratara de una casta tratando de convencer que no existe pero continuando sus prácticas que rayan en lo monárquico.
 
Los que gobiernan en todos sus niveles demuestran en su ejercicio de poder sus virtudes o vicios, es más fácil patrocinarles terapia para que obtengan autoestima que hacerlos candidatos o funcionarios. Pagamos un costo elevadísimo por tener entre las filas de los “servidores” públicos que sólo conocen una agenda, la de sus jefes. Que sólo conocen una manera de comunicarse, la de la corte.
 
Los cortesanos del gobierno del Estado de México no son nada distintos a los del resto del país pero a diferencia de otros lugares en donde la hegemonía del PRI-Morena se ha ido los funcionarios mexiquenses aman que se les venere y que se les hable bonito, según que con tanto barbarismo de auto humillación los ciudadanos sabrían como tratarles. Equivocados están y su gobierno y gran presencia dura lo que les dura el cargo, después regresan a ser lo que siempre fueron: nada.
 
No hay nada peor para un funcionario que no obtener hueso en la siguiente “administración” porque cuando despiertan de su gran ejercicio monárquico se acaban los regalos, los aplausos y la trascendencia que creen que obtuvieron con calles que lleven sus nombres y apellidos. El vacío que siempre han tenido les cae como bandeja de agua y a pesar de que se llenaron de dinero de muchas maneras lo cierto es que dejaron de existir.
 
Hay un odio en las clases medias que se gesta día a día. La gente está harta del régimen lleno de mediocridad y compadrazgo, la misma meritocracia que se aparenta vivir en donde el que más estudia en las escuelas y universidades es de mayor calidad ha caído por los suelos. La gente también se dio cuenta que las maestrías, doctorados y especializaciones las promueven más las escuelas privadas para sacar dinero más años del mismo mercado. Ese odio que se agiganta a diario no puede estar sujeto a las formas que el gobierno y los tlatoanis desean. Espero sinceramente que nuestro nivel educativo nacional nos permita ejercer el voto para el cambio.
 
Seguramente la maestra Delfina se ha encargaó de que se enseñe más a Ghandi en las escuelas que violencia, que se enseñe más ética que holgazanería y trampas y apatía, que se enseñe mejor a convivir pacíficamente y de manera genuinamente civilizada y no con hipocresías basadas en ideas medievales en donde se impide a la ciencia avanzar con fuerza. Si la educación ha mejorado seguramente los mexicanos podremos resolver esto de mejor manera.


Una nación no debe permitirse tener un grupo de sujetos egoístas e inmorales que son capaces de acordar cualquier cosa para conservar carteras gordas y caserones wannabes (los funcionarios de morena/nomenklatura o el PT -como Loroña-, por ejemplo) porque si lo hace deberá permitir que el odio y el resentimiento crezcan y un día se manifieste en caminos insospechados.

La estabilidad económica, social, racial, religiosa e ideológica depende en las sociedades de la estabilidad política y esa ya no se ve.

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