La orgía de la ignorancia.

En festejo al estilo romanada se celebran los necios e ignorantes en lo absurdo, enaltecen lo vacío y lo barato y se comen entre ellos lo supremo para defecarlo sin valor en cada campo en donde no se siembra ya la esperanza.

Pocos sienten y presienten lo que pasa, muchos menos observan la tragedia y son los desnudos de intelecto los que adornan cada plaza para armar festejo sobre nada.

No es correcto y no importa lo que derraman, sea el néctar de la vida o la saliva lo que envuelve sus suspiros en el barro, no hay sueños superiores solo chisguetes de las cremas baratas embarradas en absolutamente lo que sea y lo que caiga.

Los dioses que festejan la pachanga son los mismos seres que oscurecen los destinos de los pueblos socavados por sus propias aulas.

La fuerza, el camino, la luz y las miradas hacia el cielo son de tan pocos que recuerdan ahora a las playas que vacías de manglares que murieron para imponer edificios constipantes que envenenan todo aquello que permite respirar a los sin voz; a los sin nada.

Se aplauden, se festejan, se penetran, se envenenan, los que sin saber porqué se hacen de todo. Mueren por millones sin gloria ni gracia pero embarran al mundo de alma descorazonada.

No vendrán los tiempos nuevos hasta que los rayos que iluminen el camino se abran paso a través de esas folladas desgastantes de la gente sin vida viviendo nada y la paz sea imperio sobre cada montañas, cada nube, cada mar y cada sueño. Viene ya, pues, una nueva oleada que colmada de pájaros y mariposas anuncian la llegada del fin de la orgía del dios de nada.

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