Mi reino por un museo
Los seres humanos hemos tenido una de las más increíbles ideas: construir museos. Estos magníficos espacios de educación deben no sólo de ser visitados, deben ser defendidos por todos nosotros con la exigencia de que se generen más.
En los museos podemos encontrarnos con lo que desconocemos y admiramos, con lo que nos puede impresionar o reforzar pero sobre todo nos ayudan a darle sentido a nuestras ideas, son sustancialmente herramientas de formación humana en donde podemos hallar todo aquello que le interesa a la civilización.
He visitado muchos museos a lo largo de mi vida y los mejores, para mí, son aquellos en donde puedes sentarte en el piso o en sillones para admirar las obras de grandes genios o asteroides, procesos de transformación o un buen vídeo interactivo.
Mi primera experiencia museográfica fue en uno de los más majestuosos del mundo, el Museo de Antropología e Historia de México, en el Distrito Federal. Acudía ahí con mi familia, mi papá nos llevaba casi cada semana porque fue un explorador por pasatiempo y por ello descubrió cientos de piezas arqueológicas sustancialmente en la zona donde Puebla, Oaxaca y Veracruz colindan –centro-sureste de México-. Eso también me hizo apreciar los objetos que habitan esos espacios.
El amor por el patrimonio de nuestra sociedad se me reforzó cuando mi papá decidió registrar todas sus piezas en el Instituto Nacional de Antropología e Historia y brindó a México una colección de piezas prehispánicas de 6 culturas, de esos cientos de objetos apenas se exhiben 40 en el Museo de Antropología del Estado de México –La Pila, Toluca- y que bonito se siente ver en las vitrinas las vasijas, los ídolos, los collares o las puntas de lanza que miles de personas pueden conocer para enorgullecerse de lo que los que estuvieron antes que nosotros en esta tierra crearon.
Recuerdo que después de visitar tantas veces el Museo de Antropología de la ciudad de México acabé aprendiéndome el discurso de los guías del lugar y podía llevar a mis papás y hermano en el recorrido sabiendo cada cosa.
Actualmente mi padre y mi madre han cedido al patrimonio nacional su descubrimiento más trascendental de todos, la escultura-códice del Ángel (2008, Toluca, México) que está en espera de que un museo del país lo desee exhibir para atracción de turistas y enseñanza-aprendizaje de visitantes.
Mi escuela primaria organizaba visitas a museos, al primero que me llevaron fue al de Ciencias Naturales y aún recuerdo la impresión de ver un oso polar disecado enorme, parecía que estaba vivo. Doy muchas gracias a los maestros que no solo me llevaron sino que también me enviaron a esos recintos del conocimiento.
He tenido muchas experiencias en los museos y me han marcado exposiciones especialmente de artes plásticas. Mis museos favoritos son diversos y haciendo un recorrido por las salas de mis hemisferios cerebrales puedo hallar en la ciudad de México al de Arte Moderno, donde está el cuadro de las dos Fridas y que alberga exposiciones magnánimas de manera constante; obviamente Antropología, el Rufino Tamayo, el Carrillo Gil, la casa de Frida, la casa de León Trotsky, el estudio de Diego Rivera, el de la naval –en los altos del palacio de Correos-, Bellas Artes y otros más pero por encima de ellos mi preferido ahora es el Museo Nacional del Arte, el MUNAL, que está en el centro de la ciudad de México y que es verdaderamente un éxtasis para todo el que desea ver la evolución de las artes de la nación mexicana. Podría quedarme en cada sala por horas para conversar con Diego, el Dr Atl, Casimiro Castro o con Villalpando y no dejo de señalar que quien visite la capital de mi país debe ir al Museo Franz Mayer, a la Pinacoteca de la Profesa, al Estanquillo, a los murales de Palacio Nacional, el Templo Mayor, Centro Cultural España, San Ildefonso, de la Catedral, San Carlos, de Historia –osea el castillo de Chapultepec-, Iturbide, Virreinal, Siqueiros, Cuevas, Dolores Olmedo, Cuicuilco, Papalote, Ciencia y Tecnología, el moderno MUAC en la UNAM, el Nacional de las Culturas, de las Intervenciones, Claustro de Sor Juana, la Casa del Lago… bueno, creo que he visitado muchos pero en esta ciudad hay muchos más que sería cansado enumerar aquí y en todos ellos he aprendido algo.
Hay otros museos que me gustan mucho y que son, por ejemplo, el Museo Modelo de Ciencias e Industria (MUMCI), el Felipe S. Gutiérrez, el Nishizawa, el de Culturas Populares, el del Gabinete de Medicina de la UAEM –que alberga otra colección de mi papá pero de material quirúrgico y libros antiguos de medicina- en Toluca. De Puebla mi favorito es el Amparo, en Veracruz admiro el trabajo de Casa Principal y en Xalapa es grandioso el de Antropología que tiene un pasillo amplio lleno de ídolos enormes de la cultura Totonaca.
De Europa me quedo en definitiva con el Del Prado, Louvre, Pompidou, el Palazzo Vechio, la Academia, el de historia de Catalunya, la Sagrada Familia de BCN, la Casa Gaudí en el parque Güell, la casa de Dalí en Figueras, el de Rodin, Galleria Uffizi, San Marco, il Bargello, de la Catedral di Firenze, Galería de los Spedalle Degli Innocenti, el Bardini, il Duomo, el Reina Sofía, el del Settecento, el Marciano. Creo que son demasiados pero si tuviera que elegir alguno quizás mejor diría que elegiría una ciudad como gran museo: Florencia. De la Argentina también tengo dos favoritos, el MALBA y el museo de Eva Perón de Buenos Aires.
Más allá de los edificios que albergan colecciones me parece que los parques museo como Chichén, Teotihuacan, Edzna son geniales, aunque les llaman sitios arqueológicos porque no poseen colecciones como tal pero para mí el hecho de poder aprender viendo un conglomerado de pirámides es una experiencia museográfica aunque ya sé, no hay ni curaduría ni museografía porque sólo se muestra lo que ahí está sin una mano humana que determine que tienes qué ver o cómo. En este punto me parece que puede haber muchas discusiones.
En Córdoba, Veracruz, el INAH descubrió una casa muy particular cerca del campo de aviación de aquel municipio, un recinto donde vivían precordobeses que tenían una particularidad, eran coleccionistas ya que tenían en uno de los cuartos piezas de distintos años y culturas, creo que de esa tradición vengo. Estuve parado ahí, en la excavación, y viendo lo que ellos hacían me descubrí un poco más a mí mismo. No cabe duda, seleccionar objetos e investigarlos para exhibirlos tiene mucha trascendencia, quizás los dueños de la casa del coleccionista de Córdoba jamás imaginaría que alguien como yo se pararía en ese lugar… admirando exactamente lo mismo y debo mencionar que para mi vergüenza el peor museo que conozco es el de esa ciudad que es donde nací pero a pesar de su patética museografía y su pésima curaduría los objetos expuestos valen la pena y sí, logras aprender algo.
Espero que este 18 de mayo todos recordemos que en lugar de estar acostado en cama los fines de semana vayamos a los museos porque son una de las maravillas de la gran sociedad mundial que somos y que guarda lo que antes se hacía, lo que hoy se experimenta y lo que en un futuro habremos sido. Y por favor, lleven a sus hijos, sobrinos, nietos, alumnos o vecinos. Permitamos que se encuentren a ellos mismos a través de los objetos que hemos creado.
Yo festejo y celebro a los museos que son como los libros, sin ellos no tendría ni una pizca de idea de los que somos capaces de hacer como Humanidad.