Pandemia: el imperialismo chino.

PARTE 1

Era un 15 de marzo del 2020, Rococó cumplía diez años de servir café con todo un universo construido a su alrededor lleno de pintores, fotógrafos, arquitectos, músicos, periodistas, cineastas, actores, baristas y activistas.

Había que celebrarlo.

Ese domingo por la mañana se sirvió un desayuno a los cercanos que aún no caían en el pánico que semanas antes había comenzado a inundar la ciudad a través de la televisión y las redes sociales; apenas unos días antes las escuelas privadas se detuvieron y las oficinas mandaron a la casa a sus empleados. Anunciaron que el 16 de marzo las cosas cambiarían, ya lo habían hecho, apenas el día 12 el gimnasio cerró, las calles se empezaron a vaciar, caminaba entre nosotros la incertidumbre, el tiempo era el de la tensa calma.

Se sirvieron chilaquiles, mimosas, café en cafetera chemex, se brindó, pastel rococake (plátano con nutella), se tomaron fotos, se estrenó la placa de que en Rococó había comenzado la épica historia de hacer del 1 de abril el día del barista años antes y de que de ahí se había construido el festival de café más grande del mundo: el Coffee Fest México.

Al finalizar el desayuno le pedí a todos que disfrutarán más su estancia y que poco a poco fuéramos al parque España, les dije que era muy probable que fuera nuestra última fiesta y nuestro último concierto en mucho tiempo.

Recordaba las palabras de Marge, mi excompañera en la oficina de ayuda comunitaria en Toronto, era 1994 y el exilio de habitantes de Sarajevo fluía hacia Canadá. Ella me contaba que antes de que empezara la guerra se acordaba de estar en un picnic con su familia en un parque y que un día después todo cambió.

Tenía esa impresión ese domingo 15 de marzo, por más que en mi mente me repetía que se estaba exagerando el ambiente transmitía preocupación.

En el parque España un concierto insólito entre los vecinos, los jazzistas Luri Molina y Diego Maroto comenzaron a interpretar música mientras repartía cafés gratis a todos. Veía a la gente sonriendo, niños corriendo, una mamá con un bebé bailaba y los abuelos se sentaban aplaudiendo. Parecía que los árboles nos cuidaban y el tibio sol anunciaba que la primavera se acercaba.

Sin saber el motivo nuevamente me dirigí a la gente y les dije que disfrutaran lo más posible y que no olvidaran la bella escena que teníamos. Hoy, todo aquello, parece un privilegio, todo eso nos lo arrebataron los terroristas del comercio.

El día 16 de marzo inicié streamings en el canal del Hijo del Rayo  en lo que se convirtió en las “100 transmisiones sobre la Facho Pandemia”, cuando se acabaron llamando así sabía que ese era el fondo de la “pandemia” que venía, pero en esos primeros días era imposible ser tan abiertos porque los linchamientos al que dudara de lo que se comenzaba a vivir eran brutales.

Mi objetivo fue exclusivamente uno: mantener a mis seguidores cuerdos, con salud mental. No era nueva la comunicación, apenas en 2019 había realizado 92 transmisiones en vivo para apoyar la posibilidad de un cambio en el país.

Comencé recomendando ver los vídeos del Instituto de Semiología Aplicada, hablando de la importancia de no caer en el estrés ni en la paranoia. Estaba claro que la tormenta de terror se aproximaba y ya desde ese día sabíamos quién la provocaba: los medios de comunicación y las redes sociales. En aquellos primeros días era muy claro el mensaje: debemos solo considerar a la autoridad sanitaria como fuente fidedigna de información. Es lo que se hace cuando estás por entrar a una guerra, debes focalizar la mente en un solo emisor en el cual has depositado la confianza, pero en este caso ello fue de las peores cosas que hemos podido hacer.

LA NARRATIVA COMENZÓ A SER LA MISMA EN TODOS LADOS.

Días antes al 15 de marzo corrían por twitter vídeos de cómo bajaban a fuerza de un auto a un chino, lo hacían de manera violenta unos tipos vestidos como si hubiera ébola y cáncer volando por el aire. Eso no me gustó, lo percibí actuado. Algo querían sembrar en la mente de las personas.

De pronto las imágenes de la tragedia en Italia; que hay muchos muertos, saturación de hospitales, se veían los vídeos con gente mayor en los pasillos de sanatorios, la gente estaba encerrada  y hacían apología de su encierro, aparecieron también las brigadas cubanas que iban a ayudar a los primermundistas como gesto solidario (después supimos que cobran bastante bien por su “solidaridad”); una imagen cobró relevancia: los ciudadanos romanos cantaban en los balcones en señal de solidaridad con los vecinos por el quedarse en sus casas.

En Santa Fe, al poniente de la Ciudad de México, los vecinos de los enormes edificios estaban urgidos por sentirse italianos en tragedia, en cuanto pudieron se organizaron para ya no salir de sus departamentos y cantar el himno de los chilangos durante el terremoto del 2017: el cielo lindo.

Fue tan repugnante ver a esas personas en sus balcones y escucharlos cantar como si ansiaran desgracias que el pitorreo contra ellos saturó las redes. ¿Cómo es que se puede ser tan necesitado de identificación y reconocimiento que por parecer europeo haces una estupidez que habla de la desesperación humana cuando le quitan la libertad?

Por whatsapp y en Facebook comenzó a circular una especie de carta de una mexicana que supuestamente estaba en Wuhan cuando ya esta ciudad era un campo de concentración chino –como en lo que encierran a los enemigos del partido comunista-; en el mensaje la mujer destacaba que era obediente, que hacía lo que le decían con tal de permanecer fuera del peligro de ser arrestada.  A leer la narración entendí que estando en ese país totalitario y dictatorial era obvio que tenías que seguir las órdenes de la milicia.  Semanas después con muy pocas variantes apareció lo mismo, pero ahora venía de una mujer que estaba encerrada en su departamento en Italia.

¿Quién redactó los mensajes? ¿Por qué los comunicados eran emitidos por mujeres y en el mismo lapso de tiempo? ¿Quién diseñó el discurso de obediencia y pánico?

Esa semana analizamos en la transmisión de Youtube el caso, aunado a eso sumamos lo que habíamos estado viendo desde China y el terror de los italianos y recordé el proyecto el partido comunista que llaman “la nueva ruta de la seda”.

Para el año 2030 China rebasará a Estados Unidos como potencia económica y el ser reina del comercio del mundo necesitaba muchos pasos que seguir. Uno de ellos, el más popular, es de aculturizar a la gente a que se sientan como el colonizador –comercial-. Una lección vieja en el mundo.

OTRA VEZ TODO COMIENZA EN SÚMER.

Hace 7 mil años, entre el Tigris y el Eúfrates, surgió Súmer o Sumeria, la primera civilización de la humanidad, la que creó la escritura e hizo el primer libro: Gilgamesh.

La civilización sumeria alcanzó el desarrollo a través de la escritura y el sistema educativo –idéntico al actual- y en el comercio en el mar Mediterráneo descubrió que había pueblos que los admiraban y que quisieron parecerse a ellos, entre más intensa era la copia de su cultura los clientes compraban más. Sentían que se parecían mucho más a los sumerios así que comenzaron a aculturizar a los pueblos para hacer más negocios.

Con el tiempo vemos que para que Mac Donald´s o Starbucks sean populares se usa la publicidad en las películas de Hollywood o las series en donde los protagonistas consumen de esas cadenas comerciales, el espectador ansía ser como su personaje de película o tv y al aspirar a ello consume lo que su héroe bebe, come o viste.

¿China necesita vendernos más?

Es obvio que sí. Para superar a Estados Unidos debe irrumpir con su modelo de vida, es justamente ese estilo chino de convivir que debe ser el modelo a seguir. Pero ¿Quién quiere en Occidente vivir bajo el yugo del control total de China?

Para que Occidente acepte la tecnología, los negocios digitales, la Cuarta Revolución Industrial que ya se vive desde hace tiempo en China debe llegar a todos lados. Eso cobra sentido cuando leemos lo que el Foro Económico Mundial de Davos quiere que entendamos y aceptemos, estamos en un gran reseteo en donde la gente que no sirve para esta nueva época deberá ser sustituida por inteligencia artificial.

El sistema de control con cientos de miles de ojos de cámaras y recopilación de datos de la administración de la ciudad y gestión de bienes públicos, el llamado City Brain en Shangai, da la posibilidad al gobierno de la ciudad de controlar a todos los ciudadanos.

El sistema inteligente tiene definido de manera predeterminada por el gobierno chino qué es seguridad en el entorno, orden y limpieza. Evidentemente sin ninguna opinión de los vecinos, el régimen tiene su propia visión de cómo debe comportarse cada individuo.

¿Cómo implantar los controles poblacionales en Occidente para que se parezcan más a China y puedan consumirle más?

Es sencillo: invéntate una pandemia.

MANUEL GARCÍA ESTRADA, el hijo del rayo.

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