De Radio Alicia a la noche en que murió David Bowie.
Crecí bajo el efecto de lo que se escuchaba en todos lados, mi padre ahondaba más la casa en domingo mi sentimiento de haber nacido en una década inverosímil, los 60, y aunque yo era un escuincle nacido en 1972 no pude eludir a la generación de mi padre que me ha marcado desde siempre.
Lo normal era escuchar a los Archies o a Los Locos del Ritmo, mi padre había conocido a Jhony Laboriel y siempre contaba como este al hacerse famoso aún cantaba delante de sus compañeros de la escuela las canciones que lo convertirían en estrella.
Con el tiempo la música en casa se convirtió en clásica y rock & roll, nomás. Con la adolescencia se destapó en mi ese ser extraño nativo de televisoras que adoraba música de las masas timbirichas, en vez de evolucionar … involucioné, y es que no había muchas opciones y la mera alternatividad estaba en estaciones de radio que no llegaban a Toluca -en donde me hice adolescente- y aún hoy día en esa ciudad quesque capital de un estado la miseria radiofónica es vergonzosa. Todo cambió en 1991 cuando en el cuadrante descubrí la más extraordinaria de las alucinaciones auditivas: Radio Alicia.
Radio Alicia fue una estación que vivió 8 meses más o menos, era La Pantera, y fue sensacional, a las 6 de la mañana Julia Palacios hablaba de todas las creencias abriendo las mentes mientras dejaba correr Aquarius de la Quinta Dimensión mientras lamas, sufís, judíos, todos hablaban de sus construcciones del mundo, de sus creencias, me sentía realizado con ese programa ya que conecté con mi niñez en la ciudad de México cuando estudiaba en el colegio católico denominado Instituto Montini en Mixcoac. En aquella escuela nos daban clase de música jóvenes que estaban muy influenciados por el Concilio Vaticano II que abrió el corazón de millones al amor hacia todos.
Julia Palacios me conectó con mi feliz pasado y al correr las horas Radio Alicia transmitía a The Beatles, The Doors, The Hooligans, Led Zeppelin, Janis Joplin, Petula Clark, Nancy Sinatra, Don McLean o a The Rolling Stones, había otros locutores que recuerdo pero que no identifico más que a la Palacios y a Iñaki Manero. Yo combinaba a la estación con mis ratos libres, de camino a la universidad, al Tec de Monterrey, y comencé a vestirme más hippie, llevaba largos collares de cuentas de colores con rondanas, llaves antiguas; compré patchuli y me dejé las barbas, incluso hice una campaña de mercadotecnia en apoyo a la candidata de Ciencias de la Comunicación a reina del campus y la hice toda hippiosa porque era lo que tenía en mi corazón y en mi cerebro. Así que el signo del amor y paz inundó a la escuela y miles de flores de colores fueron pegadas en los muros del Tec, repartíamos flores y la moda de los 60 y 70 se instaló unos meses -Margarita ganó-. Más allá del Tec me fui a retiros zen cristianos muy ecuménicos en Valle de Bravo, con los carmelitas a go go de Maranatha, ya saben, cerca de Avándaro.
Una mañana desperté escuchando a Julia Palacios despidiéndose de la audiencia, me palpitó el corazón rápidamente y no daba crédito a que la estación saldría del aire. Esa tarde después de las clases tomé un autobús a la Ciudad de México y no supe como pero llegué a la estación a despedirme de ella, me regalaron un botón de Radio Alicia que guardo como tesoro. La aventura en los 60 y de los 70 terminaba con su ecumenismo y desafío a la sexualidad y a las ideas. Woodstock cerraba sus puertas en el 590 del AM. Dejé la estación acongojado y cargaba en mi pesar una melodía que jamás supe quien la cantaba porque nunca pude escuchar al presentador presentarla (así de cacofónico) porque para colmo no era una canción que mi padre ponía en mi niñez porque ya sonaba a los 70.
Años más tarde dejé México para estar en el Canadá una temporada, visitaba entonces una tienda underground en Queen Street especializada en viniles y discos de colección, una tarde de verano el encargado que ya sabía mis gustos me llamó para mostrarme dos discos maravillosos: una edición especial de Pet Shop Boys y una caja gris con 4 discos compactos, la portada decía: las mejores canciones del Rock&Roll de la mejor estación de Rock de Nueva York. Me llamó la atención por el exquisito diseño y los compré. Una semana más tarde al pasar por el edificio de City Tv vi que los enormes ventanales estaban abiertos frente a un grupo reducido de personas que movían su cabeza al ritmo de una banda que tocaba en vivo en un show del canal, me acerqué y también disfruté de su música, no sabía quiénes eran. Cuando vi la repetición en casa descubrí que esos músicos eran OASIS.
Dejé pasar un par de días antes de escuchar el cd de rock&roll porque andaba ya más en la onda electrónica y The Pet Shop Boys se imponían cada mañana de camino al trabajo pero una tarde escribiendo cartas a mano, como se hacía antes de que internet fuera popular y accesible, decidí escuchar el disco que estaba lleno de bandas y cantantes que entre que conocía o no me parecían ya extraños. Puse el primero de los 4 cd´s y me llevé la sorpresa más grande de mi vida en cuanto a música se refiere, era la canción que me encantaba y era la que más me hacía animarme y supe que era Rebel Rebel de David Bowie.
Me encariñé tanto con Bowie que comencé una admiración al Camaleón que me llevó a ser devoto del Pop, de ese Pop chingón y desafiante que alocaba la mente con estímulos multicolores y seres andróginos llenos de sexo libre.
La noche en que se dio a conocer la muerte de David Bowie sentí un golpe profundo en el pecho, era como un extraño sentimiento de pérdida me invadiera, como si lo hubiera conocido en persona, confieso que de un cantante que jamás conocí sentir tristeza era sumamente raro. Lo primero que hice fue difundir el hecho en mis redes sociales y dedicar la plataforma de mi café a homenajear a quien además era ídolo de con quien viví años y que perdí una mañana de abril. Lo primero que puse en facebook fue Rebel Rebel. Y así estuve todo el día, como idiota. Pero no importa parecer lo que sea cuando lo que expresas tiene raíz y sentido.
Tenemos una Estrella Negra en el firmamento y permaneceré fiel a su rebelión.
Manuel García Estrada, el hijo del rayo.