El problema es el tlatoani, la cultura del tlatoani.

Nunca habíamos tenido democracia en México hasta que en 1997 se abrió un pequeño boquete en la PRIctadura, ya veníamos del porfiriato, del absolutismo de Juárez, del desmadre post independentista, el imperio mexicano, del virreinato y del mundo prehispánico donde gobernaban los caciques. Quizás por eso se entiende cómo funciona la cultura de muchos mexicanos: agachones, obedientes, burros, aplaudidores -como en la corte- pero nunca comprometidos con el desarrollo de todos. De hecho los que tenemos en el poder actualmente quieren que volvamos al despotismo que ni siquiera será ilustrado.

Después de que en 1997 la vida se democratizara y comenzara una pluralidad se vino el intento de impedir que alguien compitiera por la presidencia con Fox y de ahí se agarró el actual presidente para no solo victimizarse sino hacerse el mártir de la democracia casi casi como si fuera un nuevo Madero. La alternancia siguió adelante y el pacto de gobernabilidad permitía una estabilidad en donde prosperaba la libertad de expresión, el derecho a disentir y el derecho a la manifestación.

Los presidentes día a día mantenían su agenda llena de inauguraciones, supervisiones, encuentros, foros, etc; es decir, mostraban que estaban en contacto con la gente en todos lados y apechugaban protestas o discursos adversos, en los medios de comunicación también aguantaban burlas y de hecho, para todos esos presidentes del siglo XX y principios del XXI el ser caricaturizados era algo bueno… hasta que algo les molestaba y comían con los autores de las caricaturas y trataban de suavizar los ataques, todo dentro del marco civilizado pero la «izquierda» o lo que podemos identificar como grupo de frustrados y resentidos sociales convertían todo lo que sucedía en un aparato de gobierno opresor y represor que parecía apocalíptico.

El discurso de la «izquierda» de que todo estaba mal y era por culpa del gobierno prosperó ante el terrible desempeño económico que no generaba mejoras sustanciales en la población. Las clases medias se hartaron y se sumaron a AMLO.

La llegada de López Obrador trajo TODAS LAS ESPERANZAS POSIBLES y la creencia de que por fin México se desarrollaría, AMLO prometía de todo en todos lados pero además aseguraba que había el dinero para hacer de nuestros sueños una realidad.

Con AMLO se reactivó el sentimiento de adoración al Tlatoani, algo que ya prácticamente habíamos desplazado desde 1997 cuando Porfirio Muñoz Ledo dijo en el Congreso: «Señor Presidente, de poder a poder «, recordándonos el valor de la República.

Fue común, con el paso del tiempo, que a los presidentes se les viera como personas y no como semi dioses, pero parece que para algunos mexicanos la necesidad de subordinación a un patriarca estaba latente y con la llegada de AMLO otra vez salieron a adorar al caudillo, al tlatoani. Los más cercanos al líder decían y dicen cosas extraordinarias para fijarlas en el imaginario colecto: cada 100 años aparece alguien como él, el mejor presidente de la historia, el mejor presidente del mundo. Pura demagogia, pura propaganda pero que en el bruto de a pie que carece de dignidad y pensamiento esas palabras se convierten en verdades, así los domesticaron en los templos. Les encanta el pensamiento mágico.

El problema son los tlatoanis, el culto a los mismos, la adoración a los caudillos, algo que a los gobernantes no les interesa extinguir porque sacan raja política, quieren eso, borregos que les aplaudan, por ello en México la batalla profunda ha sido, es y será la cultural. Hay que extirpar ese sentimiento perverso y enfermo de que lo prehispánico era mejor que el virreinato cuando ambos no eran democracias. El problema del culto al tlatoani es que es la versión más nefasta de los sóviets, de los presidentes del Politburó, de los fachos de Europa. Incluso, el tlatoani mexicano tiene prácticas de Enrique VIII pero la mediocridad de cualquier pelagatos deshuevado del mundo.

¿Cómo cambiar la cultura del tlatoani? Pateando toda adoración a caudillo de cualquier lado. Responsabilizando a la gente de sus acciones. Promoviendo la ética. Golpeando a las corrientes conductuales que aplauden a los eternos adolescentes y a los que promueven mantener vivo al niño interior. Pura mamada que hace de la sociedad una cosa amorfa llena de berrinchudos, capichosos y estúpidos niños que obedecen a quien les avienta croquetas en discursos o en limosnas.

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