Gandalf y la señora de los Aveos: el inicio.

Gandalf llama a la elfa Elabadigón, llega a su encuentro entre estrellas doradas lanzadas por unos Godínez a falta de magos, a unos metros unos vendechicles y promotores de Bon Ice hacen de hobbits.

Ela saluda a las masas con sonrisas mientras los vendechicles y promotores de Bon Ice le gritan: «Güerita, güerita, dennos el remojo». Ella, siendo demócrata, le contesta a los pelagatos en su dialecto estilo tepiteño: «cómo creen valedores hijos de hobbits y orcos ¿Qué no ven que me acaban de despelucar para llevarme al Gandalf?»

«Oh güera pues disfrute el carro y si no puede solita nosotros le ayudamos».

Elabadigón se ríe con los pelados y grita «ya mero los subo a que me ensucien al Gandalf»

«No seas culebra güera, danos algo».

Ela hace carocolitos con las manos y les dice «les doy huevos».

«Pinche llevada la güera, eh»

Ela compró el Aveo gris, ahora llamado Gandalf, no porque le gustara sino porque en un país tan de la chingada con tanto malandro suelto que prefieren robar y madrear mujeres de carros en colores más llamativos uno de color gris pasará más desapercibido.

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