Life Tangos.

La concheta.

I

En medio de las tantas personas que provienen de Retiro y con una facha de que no soporta estar lejos de su barrio concheto Mariana corre a tomar un taxi. Se le ha hecho tarde para trabajar y el tremendo error de abordar un micro por primera vez para sentirse independiente le costará un regaño de su jefe.

Mariana es una mina de las comunes que no se han operado ni las tetas ni las nalgas, ella de por sí se siente y se ve bien, en la playa la acosaban insistentemente como las olas a Mar del Plata, así que ella, instalada en diva tipo Barbie viste sencilla, usa maquillaje simple y bebe café regular. Su vida transcurre entre fiestas chic, los cafés de San Telmo y Recoleta y las albercadas tremendas de sus amigos del colegio. Sabe, al anochecer y llegar a su departamento, que su vida es monótona, aburrida y sin chiste. Cada ocasión en que clava su cabeza a la almohada sólo suspira por aquel viaje a Bariloche en donde conoció a Axel, el mexicano que trabajaba en un hotel de aquella ciudad en el año en que ella se graduó.

II

Hoy amaneció nublado, seguro lloverá temprano, Mariana calienta el agua y se prepara mate, sin azúcar, ese esbozo amargo de la yerba le recuerda que la vida es así. La vida sólo yira y yira.

Caen las gotas de la regadera en su rubio pelo y las gotas de sus ojos se mezclan entre el champú y el jabón neutro. No hacen más espuma ¿cómo es que llegó a este lapso depresivo cotidiano? No lo sabe. Pero se harta. Ahora es café lo que mete al termo y toma el bolso enfundada en su traje Chanel,  entra al ascensor y mientras desciende al lobby come su dona cubierta con chocolate. No

hace régimen especial de alimentación, ella es guapa de por sí y sólo hace yoga un par de veces por semana en el club de Angie. Cierto es que acude ahí porque el instructor se parece a Axel aunque en éste es genuinamente masculino pero menos bello.

En aquel viaje inolvidable a Bariloche se enamoró de Axel el mexicano y después de coquetearle e insistirle algo de cariño, afecto, amor o al menos sexo descubrió que su ex compañero de aula, Pedro, era el que dormía con Axel en compañía de otro par de muchachos guapos. El shock de aquello es lo que a ella le hace creer, aún, de que atrae sujetos que prefieren varones. Se siente frustrada, decepcionada, triste.

Al salir a la calle Mariana siente otras gotas, las del cielo que se cae sobre Buenos Aires. Hoy a diferencia de ayer tomará taxi a la oficina, no experimentará, quizás en algún otro día soleado. Pero hoy no.

El día transcurre entre e-mails, llamadas y juntas; a las cinco de la tarde decide irse a lo de Angie. Hoy es día de yoga.  Al llegar saluda a las minas y para su sorpresa Angie le informa que el instructor de siempre no dará la clase.

Estando todas las alumnas platicando y esperando al instructor suplente se abre la puerta del salón y aparece un hombre alto, de ojos azules, lleno de pelo que se le ve debido a que su camiseta es desmangada como las que usan los fisicoculturistas, lleva puestos unos pequeños shorts de rugby y viene descalzo, su barba de piocha le hace verse mayor. Mariana está impresionada y se ha puesto nerviosa ¿quién es este hombre?

Angie entra al salón y les presenta a Juan, su nuevo compañero. Enseguida entra el instructor, un sujeto bajito y flaquito de color blanco pálido. Todas las alumnas se concentran en Juan pero éste se concentró en Mariana. Ella no lo cree.

La clase de yoga comienza y Mariana observa detenidamente el cuerpo de Juan, fija sus ojos en la entrepierna del compañero y siente como el calor le inunda las tetas, se siente ávida de placer.

Termina la sesión y Angie al notar que Juan ve a Mariana nada más saca al resto de las minas del salón con todo y el instructor. El diálogo parece cuestionario: ¿A qué te dedicas? ¿Cuántos años tienes? Se pregunta todo aquello que llaman “ de interés general” de inmediato y para tristeza de Mariana hay serias diferencias entre ellos, obviamente desde la perspectiva de la fémina. El  café de plano se desvaneció en la puerta de la Yoga.

Son ya las ocho de la noche y Juan aborda un micro con rumbo a Caminito y Mariana le dice adiós mientras camina hacia su departamento en el barrio Norte, no importa cuanto se tarde en llegar a casa esta noche, de cualquier manera su limite mental le hará el recorrido infernal, ella jamás estaría cerca de un tipo que vive en un barrio lleno de negros y extranjeros que quién sabe a qué se dediquen.  Mejor se irá a bañar y vestir para ir algún bar de Puerto Madero, ahí quizás no esté el amor pero si habrá personas con las cuales se pueda charlar decentemente sin preocupaciones sin importar que le recuerden el vacío que ella ha tomado como opción.

Manuel García Estrada, el hijo del rayo.

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